Obama mantiene su estrategia de guerra
El presidente de EE UU expresa preocupación por la filtración pero cree que los documentos son irrelevantes - El Pentágono abre una investigación criminal
Barack Obama pidió ayer al Congreso el respaldo de su estrategia en Afganistán, que se mantiene por el momento sin alteraciones -"tenemos que dejar que se desarrolle"- pese a los múltiples errores y dificultades confirmadas por los documentos del Pentágono recientemente conocidos. El presidente lamentó la filtración de esos papeles, pero aseguró que ninguno de ellos era relevante y defendió el modo en el que actualmente se está dirigiendo la guerra.
"Aunque estoy preocupado por la aparición de información delicada del frente de combate que potencialmente podría poner en riesgo operaciones y personas, el hecho es que ninguno de estos documentos revela nada de lo que no se haya informado y que no haya sido debatido en público", declaró Obama tras un encuentro con miembros del Congreso.
El primer sospechoso de la filtración es Bradley Manning, de los servicios secretos
Un sondeo reciente señala que apoya la guerra solo el 43% de los ciudadanos
Además, ninguno de los informes que consiguió la web Wikileaks y que publicaron el domingo y el lunes tres medios de comunicación de EE UU, Gran Bretaña y Alemania, alude al periodo posterior al anuncio de la nueva estrategia norteamericana en Afganistán -diciembre de 2009- ni pone en cuestión claramente métodos o decisiones que estén siendo utilizados en estos momentos.
Asuntos como la muerte de civiles inocentes o el doble juego de los servicios secretos paquistaníes, dos de los aspectos más destacados de los papeles de Wikileaks, son de sobra conocidos en Washington y sobre ellos la Administración está trabajando desde hace tiempo. En cuanto a la tercera revelación de los papeles, las acciones encubiertas para matar a líderes insurgentes, no es algo a lo que piense renunciar EE UU ni es algo que condene aquí la opinión pública.
"Durante siete años hemos tenido una estrategia equivocada", aceptó ayer Obama, y por eso la hemos corregido, añadió. "Por eso hemos aumentado nuestro compromiso allí, hemos insistido en un mayor control de lo que hacen el Gobierno afgano y Pakistán y hemos desarrollado una nueva estrategia que puede funcionar", dijo.
Los expertos se inclinan también a restarle trascendencia a lo ocurrido. "No he visto nada en estos documentos que me haya sorprendido o me haya parecido de cierto significado, y creo que lo mismo le pasará a cualquier persona que simplemente haya leído el periódico en los últimos años", escribía ayer en The New York Times Andrew Exum, un investigador del Center for a New American Security.
Estos tienen, en todo caso, un doble, aunque secundario, valor: poner en evidencia la vulnerabilidad de los secretos del Pentágono, por escasamente relevantes que sean, e influir en el debate que estos días sostienen la clase política y la sociedad norteamericana sobre el futuro de la guerra.
Sobre la filtración en sí misma, el Pentágono anunció ayer que se ha abierto una investigación criminal sobre lo sucedido que será conducida por el Ejército y que, de entrada, ha señalado como primer sospechoso a Bradley Manning, un empleado de los servicios secretos del Ejército que en el pasado ya fue acusado de entregar papeles a Wikileaks.
La aparición en público de más de 90.000 folios concebidos como información interna perjudica a la solvencia general de una operación militar y dificulta posteriores contactos de los servicios secretos norteamericanos con los de otros países del mundo. La investigación en marcha trata de reparar todo eso.
El efecto político de las filtraciones tampoco es despreciable, si bien no parece que este episodio pueda llegar a ser una amenaza para los planes de la Administración. Ayer mismo estaba previsto que la Cámara de Representantes emitiera un primer voto sobre la solicitud de un nuevo fondo para la guerra en Afganistán, y nada hacía pensar que el resultado fuera a ser negativo.
De momento, la división de fuerzas en torno a la guerra se mantiene tal y como estaba antes de las filtraciones: los que estaban en contra lo están ahora con más convicción, pero no se ha escuchado a nadie que estuviera a favor de cambiar su posición. Ninguno de los congresistas de la oposición que, aun discrepando de la estrategia de Obama, apoyaban la operación militar, ha corregido su línea. El daño de estos papeles podría ser mayor entre la opinión pública y manifestarse más tarde, en las próximas elecciones. Los norteamericanos, más preocupados hoy por su economía y sus empleos, tienen dudas sobre un conflicto que, combinado con el de Irak, ha costado ya un billón de dólares. Según un sondeo reciente, solo el 43% de los ciudadanos apoyan ahora la guerra.
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