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Día de Galicia
Columna
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Pacto por la educación

El pasado junio se celebraron en toda España las pruebas de acceso a la Universidad. Este año se estrena un nuevo tipo de pruebas, que constan de un primer examen obligatorio y dos adicionales para subir la calificación. La prueba obligatoria consta de lengua y literatura española, lengua y literatura gallega (en el caso de Galicia), idioma extranjero, geografía e historia o filosofía y una materia entre las disciplinas de la especialidad elegida por el alumno. Se observará que no hay ningún examen de matemáticas, ni tampoco de ninguna asignatura de ciencias experimentales como física, química, biología o geología. En otras palabras se puede acceder a cualquier titulación sin necesidad de conocer las matemáticas, incluso para aquellos alumnos que vayan a estudiar ingeniería o cualquier carrera de ciencias.

Es necesario un acuerdo para poner unos contenidos sensatos, más similares a los de Europa

Ante esta realidad, que por lo menos a algunos nos parece un disparate, a la mayoría le parece normal y de hecho no ha habido ninguna protesta de partidos políticos, ni de asociaciones de padres, ni de sindicatos, ni de rectores, ni de obispos, ni de directores de centros públicos ni de centros concertados ni de privados. Tampoco ningún comentarista de los que opinan y critican todo, tan abundantes en los medios de comunicación españoles, ha dicho nada. Todos parecen estar de acuerdo. Se diría que hay consenso. Solo una minoría pensamos que es un disparate y que esto refleja el poco valor que se da en nuestro sistema educativo a las ciencias experimentales y a la ingeniería, consecuencia del atraso histórico que hemos sufrido al no haber tenido a su tiempo una revolución industrial. Solo he escuchado un comentario en sentido contrario. Felipe González, hablando en el contexto de la crisis económica y de la competitividad de nuestras empresas, dijo que había que reformar nuestra educación y que nuestros alumnos tuviesen una mejor formación en matemáticas y física.

Es fácil imaginar, la que se habría armado si en lugar de las materias señaladas el examen constase de matemáticas, física química, biología o geología y una materia a elegir por el alumno entre las disciplinas de la especialidad cursada. A todas las horas y en todos los medios se diría que vamos hacia una sociedad inculta que desprecia las humanidades. Los filósofos dirían que a los alumnos se les aleja del pensamiento crítico, porque, como se sabe, este es exclusivo de la filosofía.

Otro de los disparates del sistema educativo español es el exceso de contenidos de la mayor parte de las disciplinas, tanto en educación secundaria como en bachillerato, aunque es en este último donde este exceso de hace más evidente. Si uno coge los libros de texto de lengua y literatura española o gallega se encontrará con una enorme cantidad de autores y obras que los alumnos tienen que aprenderse de memoria. En el caso de la literatura gallega, hay algún libro que en lugar de literatura se parece más a la guía telefónica de la Universidade de Santiago, si la guía fuese solo de profesores nacionalistas. No es de extrañar que con semejantes libros los alumnos pasen de considerar al gallego como algo suyo, querido y apreciado, a algo para olvidar lo antes posible. Tanto en lengua y literatura española como en la gallega en lugar de enseñar a leer, a escribir y a disfrutar de la literatura leyendo se prepara para ser filólogo especializado en la lengua respectiva. Menos mal que en el caso de lengua y literatura española la mayor parte de profesores son muy buenos.

El exceso de contenidos y la exigencia memorística de ellos es una de las causas, no la única, del fracaso escolar. Es imposible que un alumno medianamente dotado pueda aprender todos los contenidos que teóricamente se le exigen aunque se dedique a estudiar más de cuatro horas diarias a lo largo de todo un curso. Ahora que se habla de un pacto por la educación, no estaría de más que se acordase poner unos contenidos sensatos, haciéndolos más similares a los sistemas educativos europeos. Tampoco es necesario aumentar los contenidos en matemáticas, aunque sí el número de horas necesario para aprenderlas. No tenemos que inventar la pólvora, sino simplemente hacer lo que hacen otros, a los que les va bien. Sin embargo, esto último, aunque es simple, no es fácil, sino muy difícil porque encontrará muchas resistencias e inercias. Por eso nuestros adolescentes tendrán que seguir aprendiéndose de memoria listas de nombres sin sentido.

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