Una cerámica data la destrucción de Tarraco
Un pedazo de ánfora destinada a guardar vino pero que una mano visigoda recicló para levantar un muro sobre el recinto romano ha permitido precisar la fecha de la caída de Tarraco: el siglo VI. "Entonces los visigodos romanizados arrasaron con todo y empezaron a construir sobre la vieja ciudad", detalló ayer Imma Teixell, arqueóloga municipal que codirige la excavación en la catedral de Tarragona que pretende hallar restos del templo de Augusto, del siglo I. Los expertos estiman que esta construcción, único recinto romano de Tarragona del que se desconoce su localización exacta, se encuentra bajo la catedral. Su rastro sigue sin aparecer, pero de las entrañas de la iglesia brotan trozos de mármoles, cerámicas y ánforas que permiten reconstruir partes del rompecabezas de la historia de la ciudad.
El trozo de ánfora en cuestión, un pedazo irregular y marrón de unos 15 centímetros, originario del Oriente Próximo y con el estriado propio del Imperio Romano tardío, se halla incrustado en una tapia ocultada durante 1.500 años bajo la iglesia. "Nunca hubo pruebas para determinar si Tarraco desapareció en el siglo V o VI. Este trozo de ánfora nos lo confirma", aseguró Teixell, nada decepcionada porque el templo de Augusto permanezca aún en la sombra. "Es cuestión de tiempo comprobar si realmente está aquí o no", apunta tranquila.
Hasta entonces, otros detalles siguen aportando piezas de valor para el encaje cronológico al que aspiran los arqueólogos. La excavación encontró una moneda del siglo XIII que se le cayó del bolsillo a un cristiano despistado mientras erigía otro muro para ampliar parte de la catedral. "Es lo más probable", explica Teixell.
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