Puja por las islas griegas
El Gobierno griego está recurriendo a un singular procedimiento para aliviar sus gravísimos problemas económicos: la venta de una parte de su patrimonio insular. De las 6.000 formaciones de tierra emergida, algunas pura roca a flor de agua que pueblan el mar de la Hélade, apenas algo más de 270 están habitadas, y la idea de que algunas sean de propiedad privada, aunque a reserva siempre de los derechos últimos de soberanía de Atenas, no es nueva. El naviero multimillonario Aristóteles Onassis, poseía un islote en el que en una ocasión un paparazzo -antes de que el apelativo estuviera plenamente acreditado- fotografió desnuda mientras tomaba el sol a Jacqueline Bouvier, viuda de Kennedy, y segunda esposa del magnate. El hecho pareció a comienzos de los años setenta lo bastante singular como para que el Times de Londres -entonces todavía diario de gran recato- diera la noticia, aunque sin ilustración, en primera página.
Algunas islas de altísimo reclamo turístico como Santorini podrían ser parcialmente privatizadas, como quien pone en venta las reservas de oro del Estado para equilibrar el presupuesto. Y la medida tampoco carece de pedigrí histórico. Rusia vendió a Estados Unidos una Alaska que tampoco tenía medios para retener, por algo más de siete millones de dólares en 1867, y España obtuvo una compensación de 20 millones de dólares, siempre de la entonces gran potencia emergente, por haber perdido rápida aunque cruentamente Cuba, Puerto Rico y Filipinas en 1898.
La plataforma continental que se prolonga por casi todo el subsuelo del Egeo es lo que da a Grecia soberanía sobre la casi totalidad de esas islas, lo que es viva, aunque inútilmente, discutido por Turquía, cuya autoridad solo se extiende a unos cuantos islotes prácticamente soldados a la costa. La propia isla de Rodas, feudo histórico de los caballeros templarios, desde la que en un día claro puede verse Turquía, es griega hasta las cachas. De momento, el Gobierno griego solo agiliza los trámites para pignorar islas; pero si la crisis aprieta, ahí está el mar de la civilización occidental para acudir al rescate financiero.
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