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La modernización, nueva clave del Kremlin

Pilar Bonet

El vertiginoso cambio de la realidad internacional ha obligado a la política exterior del Kremlin a pasar de la estrategia de la irritación -dominante al final de la presidencia de Vladímir Putin (2000-2008)- a la estrategia de la sonrisa, encarnada hoy por el presidente Dmitri Medvédev. Las claves para entender la reubicación son la crisis económica, el nuevo rumbo de EE UU iniciado por Barack Obama y la idea de modernización propugnada por Medvédev, que implica reconocer que la tecnología occidental es imprescindible para el desarrollo ruso.

Con Obama, Rusia y EE UU han encarrilado su colaboración en el terreno del desarme, congelada en época de George Bush. Obama se tomó en serio el síndrome de fortaleza acosada de Rusia y renunció a instalar elementos del escudo antimisiles en sus fronteras. La ampliación de la OTAN a Georgia y Ucrania, que parecía encauzada en primavera de 2008, se ha difuminado, mientras Washington tantea hasta dónde está dispuesta a llegar Rusia ante el programa nuclear de Irán.

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En la nueva Europa donde el miedo a Moscú es ingrediente político importante, hay la impresión de haberse convertido en un plato secundario para Estados Unidos. Mientras, Moscú trabaja para ganarse la confianza de los más suspicaces, como Polonia. Además, tras el relevo presidencial en Ucrania y el simbólico acuerdo que permitirá a la flota rusa del mar Negro permanecer en Crimea hasta mediados de siglo, Rusia se siente más segura y reafirma su protagonismo en el ámbito postsoviético, sin que Estados Unidos o la UE se lo cuestionen. En plena turbulencia financiera, ni Washington ni Bruselas tienen energía sobrante para plantearse el tutelaje político y económico de países como Ucrania, Georgia o Bielorrusia, cuyos dirigentes han esgrimido la carta occidental contra el Kremlin. Moscú también va comprendiendo que lo regional es global tanto en Afganistán como en Kirguizistán y en Asia Central.

La nueva línea está explicada en un documento fechado en febrero y atribuido al Ministerio de Exteriores. En una carta de presentación a Medvédev, no confirmada oficialmente, el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, afirmaba que "las amenazas de seguridad" son "transfronterizas y solo los esfuerzos colectivos de la comunidad mundial pueden contrarrestarlas de forma eficaz". Optimista ante la posibilidad de "una agenda positiva y unificadora en asuntos internacionales", el ministro afirmaba que "el principal medio para asegurar los intereses de Rusia en un mundo en rápido cambio es la puesta en práctica consecuente y eficaz de la agenda de la modernización", y proponía "alianzas por la modernización".

En el reciente foro económico internacional de San Petersburgo, Lavrov dijo que el fin de la visita de Medvédev a EE UU es aumentar el componente económico e innovador de las relaciones bilaterales, e insistió en eliminar las restricciones aún existentes para la exportación de alta tecnología norteamericana a Rusia. En el californiano Sylicon Valley, Medvédev, como un adolescente fascinado, trató de reclutar personal para Skólkov, la réplica rusa de la Meca tecnológica.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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