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PERDONEN QUE NO ME LEVANTE
Columna
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Para que no olvidemos

Hoy mismo se inicia en Casa Árabe, en Madrid, una semana de actividades sobre Irak para "dar a conocer la diversa y compleja realidad de este castigado país, que sigue teniendo en sus intelectuales y creadores su mejor fuerza y esperanza de futuro".

Incluyo las palabras usadas por la propia organización porque me parecen muy exactas. Creación es lo contrario de muerte. Mientras existe creación hay esperanza. Y para que la creación se reproduzca hay que regarla con la compañía de quienes, encontrándonos lejos, nos sentimos tan cercanos de las penas de Irak.

Conferencias, cine, música. Música. Un festín. Hoy y mañana, este domingo y su lunes, tendrán ustedes en los jardines de Casa Árabe nada menos que a Naseer Shamma y a Carlos Piñana, que ofrecerán un concierto instrumental de laúd árabe y guitarra flamenca.

"El laúd es solitario y líquido, sus notas son dedos que avanzan por la espina dorsal"

Adoro el laúd. En Beirut solía ir a un café en el que, los fines de semana por la noche, un buen cantante acompañándose con el laúd deleitaba a la concurrencia (con exceso de megafonía, pero allí la pasada de decibelios es inevitable). Creo que uno de los motivos que me impulsaron a volver a España fue que lo sustituyeron por un "one man show", uno que berreaba con uno de esos teclados electrónicos que suenan como una mala orquesta completa.

El laúd es, por esencia, solitario y líquido; sus notas son dedos que avanzan por la espina dorsal, vértebra a vértebra, y que miman el cuero cabelludo. No te das cuenta y ya lo tienes en el cerebro. Se queda para siempre, como ocurre con las cosas buenas.

Mientras escribo esto, la música de Shamma navega por mi estudio y me mima con sus dedos de cristal. Hay tanta tristeza ahí. Para quien no le conozca -pocos, supongo: es una celebridad; pero por si acaso-, Naseer Shamma es a la vez excelso y doloridamente humano. Capaz de entregarnos la abstracción de la música que nos hace volar en busca de mundos mejores, y el grito de la armonía rasgada por el mal de las guerras. Es un hombre comprometido con su país. Alguien ha dicho que su música "es un profundo reflejo acústico de la agonía de Irak". No puedo estar más de acuerdo.

Es también medicina para el alma. Porque pese a todos los desmanes, la invasión de Estados Unidos, la destrucción, la tribalización, las carnicerías, pese a todo, la música de Naseer Shamma -y de otros: en esta semana de Casa Árabe interviene también Aida Nadeem- no ha sido borrada del mapa.

La primera vez que se escucha su composición Al Amiriya, el oyente experimenta una conmoción telúrica, y uno cree hallarse inmerso en el horror de aquella matanza de inocentes perpetrada en 1991 por las tropas de Estados Unidos durante la primera invasión de Irak. Fue en un refugio de Al Amiriya donde 403 civiles, de ellos 142 menores de diez años, recibieron el fuego implacable de un ataque aéreo, pero rastrero. Resulta difícil escuchar la canción sin estremecerse: se inicia con una delicadeza y un alegría infantiles, una celebración de la vida; irrumpe luego la sirena del ataque aéreo, y la música se oscurece, se hace agónica, narra agonías, y luego hay como un empecinamiento en resurgir, una fuerza… Uf.

Supongo que Shamma deleitará a su público estos dos días con algunas de esas canciones-militantes en el más sublime sentido de la palabra. Pero dado que va a tener un mano a mano con Carlos Piñana, sin duda viajarán ustedes, sin moverse de ese hermoso jardín, de Mesopotamia a Córdoba como lo hizo el exquisito Abul Hasan Alí ibn Nafí, conocido como Ziryab, que nació en Irak y recaló en la corte cordobesa en el momento álgido del califato, aportando su mundanidad sofisticada, que mejoró las costumbres locales; el laúd, y el primer conservatorio del mundo islámico, entre otras contribuciones únicas. De Ziryab se cuenta que reprochó a su mecenas, Abderramán II, que siguiera bebiendo el vino en copas de oro, y que fue quien primero hizo importar cristal a Al Andalus. Las músicas que legó le sirven a Naseer para establecer una dialéctica, laúd mediante, con el pasado y el presente.

En fin, que les exhorto a que vayan. Y si no pueden, busquen sus obras por ahí. Son un deleite para el espíritu. Y hermanan, ya lo creo que hermanan.

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