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Columna
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Merkel nos quiere gobernar

Alemania es el país más poblado de la Unión Europea, la economía más grande y el mayor contribuyente neto. Pero el método comunitario no ha bailado siempre al son que tocan en Berlín. El protagonismo de Angela Merkel durante las últimas semanas se explica por la debilidad del resto de los Gobiernos y de las propias autoridades de la UE, empezando por el presidente del Consejo (Van Rompuy) y siguiendo por el de la Comisión (Durão Barroso), que a duras penas se hace oír; y un presidente de turno (Zapatero) lesionado políticamente tras la irrupción de la primera crisis del euro y el giro que esto le ha obligado a dar en su propio país. Como el poder tiene horror al vacío, la canciller alemana se ha erigido en la directora de hecho de la Unión.

Como el poder tiene horror al vacío, la canciller alemana se ha erigido en la directora de hecho de la UE

Acuciada por los problemas internos, que mantienen en vilo a la coalición democristiana-liberal, Merkel ha adoptado decisiones que afectan seriamente a los demás. Cuando anunció el famoso hachazo de 80.000 millones de euros al gasto público alemán, no se tomó la molestia de concertarlo con los socios de la UE. Aplazó un encuentro con el presidente francés, Nicolas Sarkozy, hasta que éste se plegó a la visión germana del "gobierno económico" europeo, que básicamente consiste en implicar a los Veintisiete en la supervisión de la zona euro, frente al proyecto francés de concentrarlo en los dieciséis países de la moneda común. Y en cuanto a la catarata de especulaciones brutales sobre la supuesta e inminente bancarrota española, la canciller, sin avalarlas, contribuyó a extenderlas a principios de la semana, al recordar que España puede activar el paraguas de la UE y del Fondo Monetario Internacional (destinado a países en grave dificultad) si lo necesita. Vamos a ver lo que dura su apoyo posterior a las reformas españolas, expresado tras el Consejo Europeo del jueves: en este punto, Merkel ha cambiado de actitud.

Cierto que la sintonía entre la jefa del Gobierno alemán y Zapatero ha sido siempre escasa, por no decir nula. Pero las diferencias políticas no explican suficientemente la presión mediática sufrida por este país para que se reconociera exangüe, incluida la difusión de notorias falsedades. Colaboradores de Rajoy aseguran que Merkel le desmintió que su Gobierno estuviera detrás de los rumores sobre la posibilidad de que España recurriera al fondo de rescate del euro. Cierto, también, que hay bancos germanos nerviosos por sus compromisos en España (167.000 millones de euros: EL PAÍS, 14 de junio). Un oscuro y grave episodio.

Por lo demás, Berlín no solo condicionó el momento de ayudar a Grecia, sino que impone la dieta de adelgazamiento a los europeos o los límites del "gobierno económico" en común. Claro que la deuda privada española había alcanzado niveles excesivos y que los fallidos intentos de compensar la recesión con más gasto público precisaban de corrección urgente. Pero no al precio de mantener a los españoles y al conjunto de los europeos casi bajo un diktat.

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