El autismo de Tel Aviv
Tras el sangriento abordaje (nueve muertos) de la flotilla humanitaria propalestina que intentaba romper el bloqueo de Gaza, Israel se encuentra aislado y confrontado a una oleada de críticas sin precedentes. Solo George Bush había llegado más lejos en el terreno de la hostilidad generalizada... Nadie, en efecto, ha salido ni habría podido salir en defensa de una acción que atenta contra el derecho internacional, pues se desarrolló fuera de las aguas territoriales de Israel. Seguramente, hay algo más grave, que es lo que este episodio revela del encastillamiento israelí y de las consecuencias cada vez más perjudiciales que éste podría generar.
La intervención en sí misma puede causar estupefacción y consternación, hasta tal punto era visible la trampa que se le tendía a Israel. Se trataba de poner en evidencia el bloqueo de Gaza por parte de Israel. Claro está que la intervención de los comandos de la marina israelí ha amplificado este mensaje más allá de lo que podían esperar los promotores de esta trampa.
La cuestión principal es saber si el Gobierno hebreo será capaz de modificar sustancialmente su actitud
Pero el hecho de que el Gobierno israelí haya asumido ese riesgo es motivo de preocupación, pues dice mucho del creciente encastillamiento de las autoridades de ese país, que razonan cada vez más en solitario, conceden demasiado peso a las opciones militares y se tornan prisioneras de una postura radical, según la cual Israel sólo puede contar con sus propias fuerzas y es el único que puede definir sus opciones de seguridad. Esta concepción "dominante y segura de sí misma", como hubiera podido decir De Gaulle, es de hecho el resultado de las dos evacuaciones unilaterales -del sur de Líbano y Gaza- que condujeron a dos guerras y al reforzamiento de dos enemigos: Hezbolá, en Líbano, y Hamás, en Gaza. Precisamente, allí donde Israel esperaba la paz.
Sin embargo, cerrazón psicológica y política no significa aislamiento. Por supuesto, la ONU ha pedido inmediatamente, y obtenido, la liberación de los participantes en esta expedición. Pero los que más protestan, como Rusia, por ejemplo, no pueden llevar muy lejos la condena de Israel, pues ellos mismos practican políticas de bloqueo, si bien, es cierto, en regiones menos expuestas a las miradas de la comunidad internacional.
En cambio, probablemente las cancillerías no han prestado suficiente atención al viraje histórico de Turquía. Desde que ese país, principal aliado de Israel en la región, es gobernado por los islamistas del AKP, ha pasado del desacuerdo a la hostilidad. Prueba de ello es el hecho de que el Mavi Mármara, que fue objeto del asalto sangriento, estaba principalmente en manos de una organización turca próxima al poder y simpatizante de Hamás. Este último es, gracias a la complicidad activa de Turquía y a la obcecación del Gobierno israelí, el principal beneficiario de la operación llevada a cabo contra este navío.
En cuanto al Gobierno de Erdogan, ahora aspira a un liderazgo regional, que es lo que le ha conducido a romper con Israel y a acercarse a Irán y a Siria y, tal vez, le conduzca mañana a romper con la OTAN, pese a haber sido, hasta la guerra de Irak, un elemento clave de esta organización. Reemplazar a Egipto en su papel de aglutinante de un mundo árabe-musulmán profundamente dividido, este es el nuevo proyecto de un país que rompe progresivamente con el kemalismo laico de sus orígenes; que hace pagar a Francia y Alemania su negativa a verlo entrar en la Unión Europea, y que, a diferencia de Egipto, que intentaba contener a los radicales islámicos (pues él mismo estaba amenazado por los Hermanos Musulmanes), fomenta estos extremismos y anima a Irán, cuyo vocabulario adopta poco a poco.
En estas condiciones, aún se comprende menos el autismo israelí. Por ahora, cuando todo el mundo se pregunta cuál será la naturaleza de la comisión investigadora que pondrá en marcha Israel (y en cuyo seno sería deseable, en efecto, que figurasen algunos representantes de países extranjeros y, por qué no, europeos), la cuestión principal es saber si el Gobierno israelí será capaz de modificar sustancialmente su actitud. Pues si persiste en ella, corre el riesgo de seguir reforzando la posición de Hamás. Así, por ejemplo, sería sensato levantar el bloqueo de Gaza. Hay que recordar que se trata de un bloqueo conjunto de Israel y Egipto, y que tiene por objeto el suministro de armas. Evidentemente, este bloqueo ha fracasado, pues estaba destinado a aislar a Hamás del resto de la población y, por el contrario, sirve de coartada permanente a esa organización para justificar la mano de hierro con la que controla a la población palestina. Pero eso supondría que el Gobierno israelí volviese a poner la búsqueda de la paz en su orden del día y consiguiese invertir la carga de la prueba que ahora soporta en solitario.
Traducción de José Luis Sánchez-Silva.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.