Así eran los planes de la CIA
La fértil imaginación de la CIA para desestabilizar, derrocar o liquidar líderes de países enemigos no parece conocer límites.
Un antiguo agente de la compañía ha contado al Washington Post que, para facilitar la invasión norteamericana de Irak en 2003, cuyo remate fue el derrocamiento y ajusticiamiento de Saddam Hussein, se pensó rodar un vídeo en el que, supuestamente, se viera al dictador iraquí retozando con menores de edad.
Para ello se pensó en emplear operadores de la CIA de piel convenientemente oscura y rodar esa ópera prima como si fuera con cámara oculta. Y con la difusión de ese material se especulaba con que el pueblo iraquí no tendría más remedio que sublevarse. Fuentes de la agencia citadas por el diario solo indican que "si esas ideas se consideraron por alguien en algún momento, lo que cuenta es que no llegaron a ninguna parte".
La obsesión norteamericana por Saddam Hussein tuvo que ser notable porque menudearon los planes para acabar con el tirano iraquí.
En plena ocupación de Kuwait por los ejércitos de Bagdad, en 1991, se difundió una fotografía, que reprodujo la prensa mundial, de un cormorán chorreando crudo, en lo que se suponía que era una playa del emirato, con lo que se pretendía acusar al régimen iraquí de haber volado los pozos petrolíferos en su retirada ante la operación norteamericana para liberar Kuwait. Igualmente, la prensa de Estados Unidos reprodujo despachos que acusaban al líder árabe de haberse fabricado un nido dorado de más de 10.000 millones de dólares en bancos suizos. Pero ni la playa era de Kuwait, como quedó claro poco después, ni Saddam Hussein tenía una fortuna guardada en lugar alguno. Y los mentís, que es cierto que se publicaron, eran mucho menos visibles que los infundios originales.
Seres tan despreciables como Saddam Hussein no tienen por qué sentirse inclinados a la pederastia, ni al expolio directo de las arcas del país. Sus pecados pueden ser mucho más graves, como implica el salvaje derramamiento de sangre durante sus 35 años en el poder. Pero inventar no vale.
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