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ÍDOLOS DE LA CUEVA
Columna
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Revistas

Manuel Rodríguez Rivero

El vuelo de vuelta de Praga acumulaba considerable retraso, de manera que me recorrí el aeropuerto (atestado de turistas, como casi todo en esa ciudad) buscando algo que leer. Ya era tarde y no pude encontrar prensa del día, de manera que me conformé con el Time, una institución que, como el McDonald's, siempre está ahí para un apuro, sobre todo si es de noche y uno necesita algo que llevarse a la boca o al cerebro.

La verdad es que el prestigioso magazine fundado en 1923 puede haber perdido lustre intelectual e influencia, pero sigue prestando servicio. Especialmente si no se dispone de una conexión a Internet al alcance de la mano. Como ha ocurrido con la mayoría de las publicaciones semanales de currents affairs ("de información general") que todavía se publican en EE UU, Time se ha resentido en la última década de la defección (casi un millón de ejemplares de pérdida) de su lectorado tradicional, mayoritariamente miembros de una clase media cultivada que agradecían que le editaran los textos y le trataran como adultos.

La decadencia de los semanarios de información general es otro factor determinante en la sensación de déficit de diversidad periodística

La revista, hoy propiedad de Time Warner -la segunda compañía mundial de la "industria del entretenimiento"- sigue siendo el primer semanario de su clase en Estados Unidos. Claro que nunca lo tuvo tan fácil: Newsweek, su viejo rival (fundado en 1933), propiedad de The Washington Post, ha perdido en poco más de siete años más de la mitad de sus ventas. En 2009, el semanario experimentó una profunda remodelación en contenido y tono para salir al encuentro de un "lectorado de élite", que es una de las primeras soluciones que se les ocurre a los editores de la prensa en apuros. No ha funcionado: Newsweek se encuentra en una especie de dique seco, a la espera de un comprador que se atreva a reflotarla.

La situación de los semanarios de información general, no es mejor en otros lugares. Su pérdida de lectores y su déficit de influencia se nota también en España. Particularmente entre la gente de mi generación, que aún se pregunta de vez en cuando qué se hizo de aquella gozosa eclosión de revistas que tuvo lugar en el tardofranquismo, cuando los semanarios se aventuraban a decir algo más que una prensa diaria brutalmente amordazada por los aparatos de control ideológico de la dictadura. Ahora resulta increíble, pero en aquellos años mucha gente acudía al quiosco con rigurosa puntualidad el día de salida de "su" revista, antes de que pudiera agotarse o, lo que también sucedía, fuera secuestrada por la policía.

Resulta obvio que ese paisaje informativo ha cambiado radicalmente. Primero, a partir de la profunda remodelación de la prensa democrática, que amplió su mercado incrementando la oferta informativa y royendo (con suplementos y revistas) el espacio tradicional de los semanarios. Y, después, como resultado del acceso a la información gratuita a través de Internet, con una oferta tan inagotable como difícil de contrastar. En el entretanto, también ha cambiado el lector, acostumbrado a informarse en los medios audiovisuales, y que no busca en la prensa lo mismo que sus padres: así lo atestigua la importancia creciente que, incluso en los medios más serios, han adquirido secciones como "tendencias" o "gente", antes más limitadas. Lo curioso es que la crisis ha afectado mucho menos a las revistas que se "especializan" directamente en esos asuntos que a las de currents affairs, que han ido recortando sus secciones de análisis y opinión para incorporar contenidos antes reservados a las páginas de "sociedad". Sea como sea, lo cierto es que la decadencia de las revistas semanales de información general, de la que se habla poco, es otro factor determinante en la sensación de déficit de diversidad periodística. Y precisamente ahora, cuando creemos que nos sale la información (y la opinión) hasta por las orejas.

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