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Calmar los nervios sin tabaco

La sala de los toreros aísla a los diestros del bullicio del patio de cuadrillas

Si Madrid es la cátedra del toreo, actuar en Las Ventas tiene que ser como un examen final. Como en todo, cada cual tiene su método para concentrarse y dejar los nervios en el coche de cuadrillas. Desde los que llegan tempranito a la plaza a los que apuran hasta casi las siete. Entre estos últimos, Miguel Báez, El Litri, que, una vez en el atasco de la calle de Alcalá, casi se pierde el paseíllo y se lleva la preceptiva multa.

Momentos antes de la corrida, los toreros solían pasar por la capilla donde la Virgen de la Paloma y una colección de estampitas donadas por toreros eran obsequiados con los últimos rezos.

Para los toreros alérgicos a la religión, como Luis Francisco Esplá, quedaba un recurso. Sin miedo al hule y al olor de la anestesia, solía esconderse hasta casi el toque de clarín en la enfermería. Junto a su cuadrilla se sucedían las bromas con los útiles del doctor.

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La afición ha muerto

Estos dos lugares servían de refugio antes de llegar al túnel de cuadrillas, un lugar supuestamente reservado para los toreros, banderilleros, picadores, monosabios y areneros. Con el tiempo se fue creando la rutina de que algún aficionado con un amigo al cuidado de la puerta le dejase pasar para saludar al torero. Mal momento para mostrar la admiración.

La Comunidad de Madrid, después de que Antonio Chenel Antoñete les transmitiera la idea de tener un lugar para concentrarse, ha creado una salita a la que se entra directamente desde el patio de cuadrillas. Una pequeña puerta da acceso a un espacio de unos 30 metros cuadrados excavado debajo del tendido 3. Tres sofás azules, una mesa, seis sillas, una hornacina con una estatuilla de san Pedro Regalado, el patrón de los toreros. Hay también un pequeño aseo, de uso poco probable dada la dificultad para quitarse el traje de luces.

La elección de las fotografías colgadas en las paredes no podría ser más acertada: los Bienvenida entrenando en su patio, Conchita Cintrón vestida de corto, Domingo Ortega con una becerra de calle o el propio padre de Antoñete, el Tío Paquillo, conocido monosabio, acompañando en un caballo famélico a un picador a la plaza.

Todavía huele a nuevo y, el gerente de la plaza de toros, José Pedro Gómez Ballesteros, explica que "está prohibido fumar por ser un lugar de trabajo. Sólo van a entrar los que se visten de luces".

En el gremio de los fotógrafos, esta medida no termina de gustar. Consideran que se perderá la costumbre de hacerse la foto de recuerdo con la cuadrilla en días importantes. Depende de cada cual, porque a nadie le obligan a posar con los ladrillos de la plaza de fondo, una estampa clásica, ni a aislarse.

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