Más profundo, más peligroso
La búsqueda hasta la última gota de crudo aumenta el riesgo de derrame
En 1979, en la bahía de Campeche, en el golfo de México, una torre de perforación petrolífera explotó y causó un escape. "El pozo de Ixtoc virtió unas 600.000 toneladas de petróleo después de nueve meses sin control. Fue la mayor catástrofe", recuerda Joan Albaiges, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y que colaboró en los trabajos de aquel incidente. Más de 30 años después, la historia se repite, pero como explica Albaiges, "la tecnología ha avanzado mucho". "Entonces no se sabía cómo atajar el problema".
La torre Deepwater Horizon perforaba el pozo Misisipi Canyon Block 252, del que BP posee el 65%. Esas torres se alquilan a empresas especializadas -en este caso a Transocean-, van allí donde se necesitan y perforan el pozo. Si finalmente es viable, la petrolera colocará una plataforma en alta mar para extraer el petróleo.
La torre no era ni mucho menos antigua. Construida en 2001 "era la joya de la corona", como la describe el catedrático Mariano Marzo, experto en recursos petrolíferos. El 2 de septiembre pasado, BP anunció que esa torre había batido un nuevo récord de perforación en profundidad. En el yacimiento Tiber, a 400 kilómetros al sur de Houston, también en el golfo de México, había alcanzado los 10.685 metros de profundidad.
Así que la perforación del MCB 252 no debía de tener tantos problemas. El pozo está a unos 5.500 metros de profundidad, menos del récord de la plataforma (y con el lecho marino a unos 1.500 metros). El pasado 20 de abril la torre explotó. "La perforación es el momento más complicado. En tierra es difícil que ocurra pero en el mar es más frecuente", señala Marzo. "No nos damos cuenta de la enorme maquinaria que hay detrás cada vez que llenamos el depósito. El mundo consume 150.000 litros diarios de petróleo y extraer el petróleo que nos queda es cada vez más caro y tecnológicamente más complejo".
Con motivos no del todo claros la barrera de seguridad para evitar escapes (Blow Out Preventer, BOP) no funcionó. La válvula tiene tres sistemas distintos para evitar fugas. La presión a la que está sometido el petróleo a esa profundidad hace que fluya hacia la superficie. Unas 600 toneladas diarias. "Si no se para puede estar meses virtiendo", alerta Marzo.
La solución al vertido pasa por colocar provisionalmente unas enormes cúpulas metálicas sobre las fugas -operación que puede llevar más de una semana, según el tiempo que haga en la zona-. Posteriormente, BP planea realizar un pozo paralelo a través del cual inyectar cemento que clausure definitivamente la fuga. Los intentos por taponar una de las fugas con robots submarinos fueron infructuosos.
Si BP no consigue frenar la fuga, la catástrofe puede ser enorme. Al ritmo actual, en 50 días el vertido igualaría al del Exxon Valdez (unas 30.000 toneladas de crudo vertidas) y en cuatro meses al del Prestige (70.000 toneladas). Albaiges explica que, de haberse producido en el Ártico la fuga sería mucho peor. "En el golfo de México y en esas condiciones buena parte del vertido se evapora o se disuelve", así que sólo la mitad queda a merced de los vientos y puede llegar a la costa.
Por eso Marzo considera que es de ilusos pretender perforar el Ártico, donde las operaciones de limpieza son mucho más complicadas, sin que haya fugas: "El riesgo es inherente a esta actividad".
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