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Columna
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La cuenta de las fosas

Jesús Ruiz Mantilla

Como parece que se imponen los recortes en la administración, ya que es preciso ahorrar, reducir el colesterol y las grasas saturadas de los altos cargos y demás despilfarros encaminados a la nada o al mero brillo de los gobiernos de turno, en Madrid sobran unas cuantas cosas que me permito apuntar. No va por donde cree el Gobierno regional. Es decir, por lo fundamental. No se trata de imponer ahorro a costa de la salud o la educación. Por ahí, no. A estos pintas autodenominados liberales, aunque sin ideología clara a la vista, no hay más que mentarles las palabras dinero público y enseguida meten la tijera por donde menos conviene a la ciudadanía o al sentido común.

La propuesta es simple. Podríamos empezar por la oposición. Ya que es una figura fundamental en democracia, no es cuestión de cepillársela y vaciarla de contenido institucional. Pero sí de sugerirles que renuncien al sueldo porque lo que es actividad, lo suyo es ni olerlas. Y miren que la cosa da de sí. Que a este gobierno madrileño se le puede meter cera por todas partes. Pues ni con ventaja sacan tajada.

Los 'Aguirre boys' son como su jefa: únicos en el arte del birlibirloque, para revolverse por el fango

Es algo que han dejado en manos de otros con más inquina. Algunos que, en cambio, deberían cobrar doble. Pero se entregan a la causa de sacarse los ojos gratis. Por placer. Como Manuel Cobo, primer teniente de alcalde. Da mucho más de sí en su papel de martillo del aguirrismo que el socialista Tomás Gómez con todo el equipo ese gaseoso que lo rodea. La rareza: que Aguirre y Cobo pertenecen al mismo partido. La mano derecha de Gallardón era el objetivo principal de los espías que al parecer trabajaban para el consejero Granados en Interior. Eso, miren, no me ha parecido un gasto superfluo. Digo lo de contratar unos pollos para seguir los pasos de tus compañeros de formación política. Deberían seguir invirtiendo en ello. Lo que haga falta. Para fomentar ese culebrón que nos tiene tan entretenidos incluso hasta cuando falla la señal de Telemadrid. La gresca entre Granados y Cobo va a pasar de los órganos de disciplina del PP -después del vómito que dirigió el segundo al aguirrismo desde este periódico- a los tribunales. El consejero autonómico ha anunciado una querella contra su víctima. Ya saben que a la hora de enredar y confundir, los Aguirre boys son como su jefa. Únicos en el arte del birlibirloque, geniales para revolverse por el fango. Tanto odio es mejor que lo dirima un juez. Siguen llevándose como en las mejores familias. A hostias.

Pero cuanto más se enrarece el ambiente, aparece ella. Que nadie se engañe. Aguirre es puro instinto. La cosa debe ir mal en materia de encuestas a juzgar por un par de detalles con los que nos ha sorprendido en los últimos tiempos. Lo más grande fue cuando ella proclamó, con un par: "Yo destapé la trama Gürtel". No lo dice con inocencia. Lo canta a los cuatro vientos porque sabe que durante 24 horas va a tener a su entramado mediático de la TDT madrileña, copada con cadenas absurdas que no hacen más que vitorearla, repitiendo el mensaje. Lo de menos es si resulta verdad o no. Lo importante es que cale, aunque sea un cuento.

El otro detalle desconcertante ha sido ese paso flipante en el asunto de las fosas. Ahí ha pasado en dos días de machacar a los defensores de Garzón -como un "aquelarre de carcamales resentidos", textual-, a vendernos la moto de que quiere abrir los agujeros. A lo mejor así calculó que podía lanzar un guiño al electorado más centrista y maquillar su imagen de cavernícola recalcitrante con sonrisa de monja. Pero pronto se vio que su intención no iba en serio. Al día siguiente volvió a humillar a las víctimas con la realidad de su desvergüenza: Abrir las fosas sí, vino a decir, pero la cuenta, que la pague Zapatero. Y es que el espionaje, aunque sea una chapuza que puede entrar en el curioso rasero de unos gastos públicos ultraliberales, te sale por un ojo de la cara. Aunque la tengas como ella de dura.

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Sobre la firma

Jesús Ruiz Mantilla
Entró en EL PAÍS en 1992. Ha pasado por la Edición Internacional, El Espectador, Cultura y El País Semanal. Publica periódicamente entrevistas, reportajes, perfiles y análisis en las dos últimas secciones y en otras como Babelia, Televisión, Gente y Madrid. En su carrera literaria ha publicado ocho novelas, aparte de ensayos, teatro y poesía.

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