La fe Jonathan

Juan del Álamo es Jonathan Sánchez en la vida civil, y, a pesar de un nombre tan poco taurino, es torero de fe. Ayer se presentó en Madrid, es muy joven y le falta oficio. Pero se lo cree, tiene pundonor, raza, y pone nervio y pasión. Y, además, torea con dignidad. Falla estrepitosamente, eso sí, con el descabello, y su impericia a poco le cuesta que le devolvieran al corral al primero de su lote. Hubiera sido una losa para el chaval, pero tuvo la suerte de que lo salvara la campana. Lo mismo le ocurrió a su compañero Adrián, que también debutaba, y dejó claro que las lecciones sobre el mal uso del verduguillo las había aprendido en la misma escuela. Otro negado que llegó a escuchar dos avisos en casa novillo. Campana y media necesitó para no pasar el disgusto de la devolución. Pero también a este le adornan en el horizonte maneras de sabor torero, aunque está más verde aún que Juan-Jonathan, y estuvo a merced de sus oponentes, sobre todo del primero, que lo volteó dos veces y le dejó el vestido de sangre de toro y oro cuando el original era azul purísima.

Quede constancia de la forma de echar la muleta por delante de Del Álamo

Quede constancia, no obstante, de la ilusión novilleril que mostró Del Álamo, y su forma de echar la muleta por delante y llevar a su primer novillo toreado en tandas por ambas manos muy meritorias; especialmente, la última, con la derecha, honda, larga y ligada; y su brava pelea con el áspero sexto.

Adrián se dejó enganchar en exceso el engaño y pasó desapercibido; pero más el veterano José Manuel Mas, con graves vicios adquiridos -torea siempre despegado y mal colocado- cuando está a punto de tomar la alternativa.