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El acoso al juez Garzón

El destino de 'dios' en sus manos

El instructor del Supremo Luciano Varela sienta en el banquillo a Garzón mientras la prensa internacional abomina de la "injusticia" cometida en España

Al final, el juez del Supremo Luciano Varela pasará a la historia como el instructor que sentó en el banquillo al juez Baltasar Garzón. Varela ya lo había dejado entrever en una entrevista publicada en este periódico en febrero de 2007, el mismo día de su nombramiento como magistrado del Tribunal Supremo: "Si hay algo que me repugna hasta los límites de mayor tensión es un juez que juegue a policía y actúe con formas y procedimientos policiales". No hacía falta que le citara por su nombre.

La relación que el instructor del Supremo tiene con Garzón la muestra una conocida anécdota de Varela, que enseñaba a sus alumnos que Dios había venido a la tierra dos veces, una en Belén hace dos mil años y otra en Torres (Jaén), localidad de nacimiento de Baltasar Garzón. El diario Le Monde, en su edición del pasado 10 de marzo, reproducía la anécdota y apostillaba con sorna: "Hoy, Luciano Varela, un brillante jurista en cuyo entorno se dice que 'tiene un ego tan desmesurado como el de Garzón', tiene el destino de 'Dios' en sus manos".

El instructor ha denegado todas las pruebas solicitadas por Garzón
"El juez que instruye está próximo a una de las partes", según Varela
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Y ese destino ha sido el banquillo de los acusados para Garzón, por su "imaginación creativa" sobre los crímenes del franquismo. Una creatividad que habría llevado al superjuez de la Audiencia Nacional a querer "controlar", según Varela, las exhumaciones de miles de cadáveres diseminados en fosas comunes esparcidas por toda la geografía. Para ello habría cuestionando la Ley de Amnistía y vulnerado la Ley de Memoria Histórica, una norma impulsada por la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega, antigua compañera y amiga de Varela. Un asunto que puede acarrearle a Garzón 20 años de inhabilitación, como el instructor se ha encargado de recomendar a la Sala.

Luciano Varela, el radical izquierdista de sus primeros tiempos de magistrado, pertenece al establishment de Jueces para la Democracia, ese grupo de jueces que hace 30 años participaron en la fundación de la asociación judicial progresista y hoy están instalados en las altas esferas de la política o de la judicatura. Entre ellos, la hoy vicepresidenta primera y entonces secretaria de Estado de Justicia, María Teresa Fernández de la Vega; la entonces secretaria de Estado de Interior y hoy vocal del Poder Judicial, Margarita Robles. O el que fuera todopoderoso biministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch, hoy alcalde de Zaragoza.

La relación de buena parte de ese sector hacia el juez Baltasar Garzón tiene un antecedente bien conocido: el paso de Garzón a la política de la mano de Felipe González, y su regreso al juzgado, después de que el entonces ministro del Interior, Juan Alberto Belloch, le espetase aquello de "tu tiempo político lo administro yo". Garzón volvió a la Audiencia y comenzó a instruir el caso GAL, el primero de la cadena de escándalos judiciales que determinaron en buena medida el fin de la etapa socialista de Felipe González.

De que existe una fuerte distancia frente a Garzón entre ese sector de antiguos e influyentes miembros de Jueces para la Democracia (JpD) hay constancia sobrada por años de críticas más o menos veladas, pocas veces formuladas en público. Los motivos son muy variados. Garzón no es, desde luego, su modelo de juez instructor: no le consideran imparcial, mesurado, ni ultragarantista con el justiciable. Para ellos, Garzón responde más bien al estereotipo acuñado durante años por sus muchos detractores: el juez que aborda los asuntos con temeridad, contundente y expeditivo en despachar mandamientos de prisión, que adora la fama en vez de desdeñarla y cuyos resultados como instructor dejan mucho que desear.

Esa visión prevalece por encima del encarcelamiento de Pinochet, los procesamientos de dictadores de Chile y Argentina, los sumarios contra varias cúpulas de ETA, el encarcelamiento de alrededor de un millar de etarras y unos tres mil narcotraficantes, el sumario de los fondos reservados o los GAL. Y por encima también de las grandes operaciones antidroga y antiblanqueo, desde la Nécora o Hielo Verde hasta la mafia de la antigua Unidad Antidroga de la Guardia Civil (UCIFA), el cierre del diario Egin o el desmantelamiento prácticamente total, y exclusivamente a su costa, del entramado abertzale de ETA, desde las herriko tabernas hasta las cúpulas de Batasuna-KAS-Ekin-Segi, etcétera.

Varela dijo más cosas en aquella entrevista de 2007: "Cuando un juez como el español instruye, partiendo de su buena fe y objetividad, sin duda está próximo a una de las partes". En su caso, como instructor del Supremo, no ha dejado resquicio a la duda. Varela ha hecho caso omiso del ministerio fiscal y ha rechazado todas las pruebas solicitadas por la defensa de Garzón. Pero ha admitido todas las propuestas por los querellantes, por extemporáneas que pudieran parecer, tanto si se referían al archivo de una querella por los fusilamientos de Paracuellos (Madrid), como si se trataba de husmear en las normas de reparto de la Audiencia Nacional a ver si pillaban haciendo trampas al juez investigado.

Jueces para la Democracia ha emitido dos comunicados desmarcándose de la actitud de Varela y ha rechazado todas sus resoluciones. La judicatura progresista de Europa y América se ha solidarizado con el juez represaliado, y la prensa internacional abomina de la "injusticia" cometida en España con Garzón. Por el contrario, los comentaristas de medios de ultraderecha han convertido a Varela en el hombre del momento y jalean sus resoluciones con sincera veneración.

Luciano Varela, en el centro, flanqueado por sus padrinos Adolfo Prego (izquierda) y Juan Carlos Campo, actual secretario de Estado de Justicia, el día de su toma de posesión como magistrado del Tribunal Supremo.
Luciano Varela, en el centro, flanqueado por sus padrinos Adolfo Prego (izquierda) y Juan Carlos Campo, actual secretario de Estado de Justicia, el día de su toma de posesión como magistrado del Tribunal Supremo.TRIBUNAL SUPREMO

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