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AL CIERRE
Columna
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Mercado de ladrones

El sábado vi a la puerta de los Encants una veintena, quizá una treintena de hombres de aspecto furtivo y mugriento, cada uno con una mochila o un saco, y todos con la gorra hasta las orejas y la cabeza hundida mirando de reojo. Alrededor de ellos remolonean los posibles clientes a la pesca de un chollo; te acercas, de repente un ipod emerge de un saco y lanza un brillo en este ámbito parduzco, alguien susurra un número, circula un billete y el aparato ya ha desaparecido, la bolsa está cerrada, la transacción hecha. Y así ahí una cámara de fotografiar, ahí unas gafas de sol de marca, ahí un ordenador portátil, etcétera. Todo es rapidez, laconismo, alerta y vigilancia en el mercado de los ladrones, y qué contraste tan grande con la animación, los gritos y los colores al otro lado de la tapia cuando entras en los Encants.

Todo es rapidez, laconismo, alerta y vigilancia a la puerta de los Encants

Los ladrones, según la Milonga de la ganzúa que cantaba el cuarteto Cendrón, saben silbar, bajar de los coches en movimiento y bailar el vals, "Vayan a verlos/ por las mañanas,/ la gorra hasta las orejas./ Han desvalijado a las viejas/ del asilo/ de las Hermanas...". El domingo cerca de la Pedrera me abordó una señora entrada en años que vestía un ligero abrigo de color negro y un pañuelo de seda. Era muy elegante y pulcra. Era de Los Ángeles. Había alquilado un apartamento para pasar la Semana Santa aquí, y el viernes estando distraída de paseo le habían robado el bolso de un tirón y se había quedado sin pasaporte, sin tarjetas de crédito, sin teléfono móvil, sin euros ni dólares... ¡por fortuna la llave del apartamento no la llevaba en el bolso! En comisaría había encontrado a muchos turistas en la misma situación que ella. ¡Están robando mucho! ¡Mucho!...

Estaba sola y relativamente desamparada en Barcelona en Semana Santa y tenía muchas ganas de contarle a alguien su humillante experiencia, su apurada situación. Mientras escuchaba sus cuitas yo pensaba en los ladrones de la víspera, a las puertas de los Encants, tratando de despachar rápido, rápido, lo que le habían robado a esta turista de Los Ángeles. Señor, qué mentalidad, qué clase de vida, qué excitación. "Y son humanos, inhumanos/ fatalistas, sentimentales,/ inocentes como animales/ y canallas como cristianos".

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