¡Qué frío!
Después del festejo pestiño celebrado ayer en Las Ventas sólo cabe cerrar los ojos y esperar que sea lo que Dios quiera. O ser políticamente correcto y destacar la buena voluntad de los toreros con toros manejables, en una tarde fría en la que sólo el mal manejo de la espada impidió el triunfo de la terna. Pero eso sería mentira, aunque a muchos les parecería un buen análisis.
Pues, no. Hay que cerrar los ojos para no ver la profunda decadencia de un espectáculo que no va a necesitar de antitaurinos ni de leyes autonómicas para que pronto se convierta en un folclórico divertimento para turistas. Hay que cerrar los ojos para no llorar ante la desaparición del toro bravo y la inoperancia de unos toreros sin gracia, sin alma y sin marchamo de heroicidad que se le presume a todo el que se viste de luces. Hay que mantenerlos cerrados para no comprobar la grave enfermedad de aburrimiento espantoso que sufre esta fiesta. Y mira que el listón de la exigencia está bajo... Mira que se conforma la gente con poquita cosa... Pues, ni por esas. Esto tiene visos de que no lo arregla ni el que lo fundó.
San Miguel / Díaz, Leandro, Morenito
Toros de San Miguel (segundo y tercero, devueltos), mal presentados, flojos y sosos; noble el segundo. Los sobreros, lidiados en quinto y sexto lugares, de Carriquiri, bien presentados, descastados y sin clase.
Curro Díaz: estocada (ovación); medida tendida y baja y cuatro descabellos (silencio).
Leandro: dos pinchazos -aviso-, dos pinchazos y estocada (ovación); estocada perpendicular -aviso- y cinco descabellos (ovación).
Morenito de Aranda: estocada caída (silencio); estocada baja (silencio).
Plaza de las Ventas. Domingo, 28 de marzo. Media plaza.
Mal los toros, sin duda. De escasa presentación y feas hechuras, impropios de una plaza de tal categoría. Pero no eran ni mansos ni bravos, ni nobles ni complicados... A excepción del segundo, de buen son en la muleta, eran bueyes descastados y sosos, que ni reunían la fortaleza mínima, y ni embestían ni dejaban de embestir. Corretones, con la cara por las nubes y sin clase alguna los dos sobreros. En fin, ni toros fieros, ni encastados, ni bravos, sino el producto de una manipulación de tal calibre que permite engendros impropios hasta para el matadero.
Y mal los toreros, muy por debajo de lo que se espera de un señor con aspiraciones que viene a Madrid a buscar salidas airosas. Siempre a la defensiva, con uso y abuso de todos los trucos que en el toreo son, sin desahogo, sin corazón...
Y el público, cansado de estar harto, se va yendo poco a poco. Y la media plaza ya es un tercio cuando sale el sexto. Hace frío, es verdad, pero lo que está helado a esas alturas es el ánimo.
Hay que ver cómo jaleaban sus partidarios a Leandro, un torero de buen sabor, elegante y fino, pero desconfiado, sin el empuje suficiente para dar el pase adelante, para espatarrarse, jugarse la vida y torear como Dios manda. Se coloca mal -siempre al hilo del pitón-, no carga la suerte, torea muy despegado, y sólo destaca en los detalles. No estuvo a la altura de la nobleza de su primero y abusó de las posturas ante el soso quinto.
Apasionadas las verónicas de Morenito al tercero, descastado y sin calidad, y firme y con decisión ante el deslucido sexto, pero sin dar sensación de aspirante de verdad. Y Curro: cuatro verónicas sin terminar de romper al que abrió plaza, y un lote nada propicio.
¡Qué frío..! ¡Qué horror de corrida..! Una fiesta tocada y hundida...
Babelia
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