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Análisis:EL ACENTO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

¿Vida plácida, vida guerrera?

Según la crónica publicada en este diario, los técnicos consideran que los restos de Pere el Gran tienen un tufillo "a florido". Es decir, a moho: lo que resulta comprensible tratándose de un monarca que vivió entre 1240 y 1285. Un grupo de científicos lo ha sacado ahora de su sepulcro del monasterio de Santes Creus para estudiarlo con la tecnología más reciente. La momia se encuentra en el Centro de Restauración de Bienes Muebles de Cataluña en una cámara estéril y hace falta blindarse con mascarilla, guantes y guardapolvos inmaculados para poder acercarse y observarlo de cerca.

Pere el Gran es el que se conoce en los viejos libros de historia como Pedro III el Grande. De su padre Jaume (Jaime I el Conquistador) heredó los títulos de rey de Aragón (como Pedro III), rey de Valencia (como Pedro I) y conde de Barcelona (como Pedro II). Le tocó gobernar en tiempos movidos. Se casó con una Hohenstaufen, y desplegó una agresiva política en el Mediterráneo. Tras las matanzas de franceses que hubo en Sicilia para expulsarlos de allí, le ofrecieron la corona de la isla, a la que tenía derecho por su matrimonio. Y aceptó. El Papa lo excomulgó entonces y las tropas francesas invadieron Aragón.

Con esa biografía no es difícil imaginarlo como un guerrero curtido por el sufrimiento y con la musculatura de uno de los héroes que pululan en los videojuegos. Pero no es eso lo que dicen sus restos tras los primeros estudios. Los investigadores, más que referirse a la dureza de su existencia, señalan que vivía "a cuerpo de rey". Se le atribuye una salud perfecta y se ha descubierto que su altura (1,73 m) era mayor que la media de su tiempo. Tan alto era que le tuvieron que cortar los pies para que entrara en la bañera romana en la que fue sepultado. Sólo perdió unos cuantos dientes.

Por lo que toca a sus conquistas y a las batallas que se ganaron en su nombre, habrá que aceptar que las vivió desde una cierta distancia. Sus restos revelan que pudo ser enterrado con el hábito de un monje cisterciense. Pero quizá lo suyo tampoco fuera la austeridad. A la espera de datos más elaborados, lo que parece quedar claro es que también entonces, y por mucha guerra que hubiera, la de algunos reyes era una vida más bien plácida.

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