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Columna
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Para vivir

Si uno deja de fumar no es para vivir más años, sino para vivir mejor ahora mismo y no tener que resollar como una foca al subir veinte peldaños. Si uno come en pequeña cantidad comida sana y no ingiere grasa animal, hamburguesas con carne de perro y gallinejas fritas con aceite de motor, no es para adelgazar o bajar la tripa, sino para respetar el propio cuerpo y no someterlo a la humillación de tener que digerir semejante basura. Si en lugar de apoltronarse ante el televisor para recibir indefenso su descarga diaria de estiércol, uno se mueve, camina una hora al día o se machaca en el gimnasio, no es para exhibir en la cama un pecho de lagarto o presumir de bolas ante las amigas en el bar, sino para sentirse flexible y no verse obligado a gemir una blasfemia al salir de taxi o al levantarse del sofá. Si se renuncia a habitar espacios cerrados que huelen a aliento fétido, y se inspira aire fresco y limpio hasta el fondo de los pulmones, esta actitud sólo tendrá sentido si además de purificar las células con oxígeno verde, uno busca que la naturaleza entre a formar parte del espíritu. No fumar, comer sano y hacer ejercicio, sirve para ofrecerse al placer de ahora mismo, puesto que la eternidad cabe entera en el día de hoy, sin esperar a mañana. Mientras uno vive de forma saludable sigue siendo inmortal. Los últimos años que te resten de tu paso por esta tierra, si te has convertido ya en un desecho humano, puedes regalárselos al sepulturero. Estas reglas sólo atañen al cuerpo, pero hay que acompañarlas de una sencilla disciplina espiritual si se pretende llegar más allá. El ambiente degradado por los insultos que se infieren mutuamente los políticos es mucho más venenoso que el óxido de carbono. Prohíbete respirar ese aire. Aléjate del pesimista que sólo busca amargarte el día, y usa tu nuca como basurero psíquico para depositar en ella su frustración. Nunca discutas con el creyente que lleva el fuego del infierno incluso en el mechero. Su fanatismo es peor que la carne de perro. Guárdate del que pretende darte lecciones con una verdad absoluta o con un bate béisbol. Son dos formas de partirte la cabeza. Y si un moralista con halitosis te señala con el dedo, huye y no te detengas hasta que veas que en el horizonte arden las palmeras.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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