Una gallega con el alma de Lorca
La santiaguesa Rocío Montero, una gitana salida de un barrio chabolista, triunfa en los escenarios de Madrid como primera actriz de 'La casa de Bernarda Alba'
Tiene 50 años, siete hijos y muchos nietos. Derrocha talento sobre el escenario, a pesar de que nunca había hecho nada parecido. Rocío Montero Maya interpreta a Bernarda Alba en una adaptación especial de la obra de Lorca: todas las actrices son mujeres gitanas que viven en el poblado chabolista de El Vacie, en Sevilla. La obra, dirigida por Pepa Gamboa, se ha podido ver en el Teatro Español de Madrid desde el día 4 hasta hoy, con notable éxito.
Las ocho mujeres que hacen posible este espectáculo son analfabetas. Se han aprendido el guión de memoria sin saber leer. Entre todas se inventaron un juego de pelota con el que iban repitiendo los diálogos. Con mucho esfuerzo montaron "una versión nada ortodoxa", en palabras de la directora. Una adaptación salpicada de bailes y cantes calés que aportan colorido al dramático guión. Una de esas canciones dice así: "Se fose un peixiño e soubese nadare / íate buscare ó fondo do mare". Es una de las muchas referencias gallegas dentro de la obra, y ha sido cosa de Rocío.
Aunque lleva 30 años en Sevilla, se siente santiaguesa. Cuenta que vivía con sus padres en Lavacolla. "Era una casa de verdad, muy bonita, y ahora viven allí mis hermanos", dice con cierta morriña. Echa de menos a su familia "y el pan, que está buenísimo". Se marchó por un hombre y después de casarse se estableció en El Vacie. Vuelve cuando puede. La última visita fue hace tres años. Después de tanto tiempo habla con acento andaluz, pero se le cuelan palabras en gallego: un agora o un non sin darse cuenta.
Rocío vive un momento agridulce. "Mi vida ha cambiado, ahora me respetan más, pero sigo viviendo en la misma chabola". Mientras ella actuaba en Madrid, se inundó por las lluvias. Lo de las ratas y la suciedad es otra historia. El Vacie es el poblado chabolista más antiguo de Europa, y en él malviven más de 900 personas.
Al bajar del tren en Madrid, las actrices intentaron subirse a un taxi. El primer conductor no las dejó, y el segundo, tampoco. Tuvieron que llamar a la policía.
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