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Columna
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Cuentas para la reflexión

Eurostat acaba de publicar el ranking relativo al poder económico de las regiones europeas. De nuevo, se aprecia una fuerte tendencia a la concentración de la riqueza en torno al pentágono económico (área cubierta por el espacio que comprende Londres, Paris, Milán, Munich y Hamburgo) y, en sentido contrario, una cierta divergencia y separación de las regiones menos desarrolladas que se sitúan en las áreas más periféricas y alejadas de dicho corazón económico. O sea, se consolida una Europa de distintas velocidades.

Galicia con sus 22.100 euros de PIB por habitante (medidos en paridades de compra homogénea) continúa estando por debajo de la media europea de la UE-27, concretamente en el 88,8% de dicho promedio. Esta posición es relativamente baja, pues ocupamos el puesto número 13 de España, superando únicamente a Castilla-Mancha (81,5%); a Extremadura (72,4%); a Andalucía (81,2%) y a Murcia (86,9%); estando cerca de ser la número 170 de Europa.

Se echa de menos alguna acción de la Xunta que incentive la innovación y el consumo

Con relación al estadístico del año 2006 hemos mejorado dos puntos de convergencia y una ganancia de 1.700 euros per capita. En este sentido, se puede afirmar que formamos parte del grupo de comunidades autónomas que hemos avanzado mucho más que la media española en términos de acompasamiento a los niveles europeos.

Al revisar las cuentas económicas de Galicia del último ejercicio se aprecian varias cuestiones de relevancia. El Instituto Galego de Estatística al presentarlas incide en un punto trascendental. El PIB de Galicia en el último trimestre ha descendido un 3,1% respecto al mismo periodo del año anterior y, al mismo tiempo, también se pone de manifiesto que la caída se ha amortiguado, pues los descensos fueron menores que los experimentados en el tercer trimestre del 2009. De esta forma, al final del año, el PIB de Galicia presenta un descenso del 3,0%.

La preocupación mayor se centra, ahora, en la disminución del consumo, en la caída de la inversión y en una nula contribución del sector exterior. El gasto en el consumo de los hogares decrece y esta debilidad arrastra al mercado de trabajo, tal y como se vienen manifestando en los últimos meses con aumentos más que significativos del paro. Este débil comportamiento del consumo es tan relevante que hace que los indicadores de confianza empresariales se debiliten, con lo que se retro-alimentan sensaciones de desánimo y, en algunos casos, de falta de energía vital. Estas cuestiones son muy relevantes y no deben caer en saco roto cuando se enuncian. La prórroga de las citadas situaciones arrastra comportamientos nada deseables, muy difíciles más tarde de enderezar y encauzar.

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El Gobierno de Rodríguez Zapatero está buscando incentivar la formación bruta de capital (inversión) de cara a estimular la actividad. Es una buena medida de contención y una acción anticrisis que, en el caso de Galicia (importantísimas apuestas por el ferrocarril, aeropuertos y puertos) viene a corregir y a recuperar el histórico atraso estructural y, sobre todo, el llamado déficit de accesibilidad.

Sin embargo, en este contexto de necesidad de medidas y de políticas ante crisis, se echa de menos alguna que otra acción por parte de la Xunta para poder incentivar tanto la iniciativa como la participación empresarial privada en aquellos ámbitos y campos relacionados con las actividades más innovadoras, como en aquellas otras iniciativas orientadas a impulsar el consumo. Esta combinación de acciones busca, en tiempos de recesión, empujar hacia arriba los guarismos relacionados con la actividad económica y proponer herramientas para que el mercado de trabajo no se vea debilitado.

Estas consideraciones son si cabe más necesarias y urgentes que nunca puesto que la demanda externa es muy reducida. Las exportaciones han disminuido (-3,5% en el año; y un descenso del 7,4% en el último trimestre), con lo que nuestro posicionamiento en los mercados internacionales no va como quisiéramos que vaya. Como se vienen repitiendo desde hace meses, siempre es bueno y deseable un pacto-acuerdo-consenso para revitalizar un país. Siempre que se logra el mencionado "arreglo" tanto los ciudadanos como el propio país adquieren mayores dosis de confianza y de seguridad. Por tanto, a las perspectivas estrictamente económicas hay que insuflarle cápsulas de confianza; y, esto sólo se consigue, disipando las dudas y afrontando el presente con una mayor seguridad y un menor nivel de incertidumbre.

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