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Reportaje:Un debate a 300 kilómetros por hora

'Cap i pota' con regañina

Los alcaldes abordan la prostitución y la inmigración tras visitar la Boquería y recibir algún reproche vecinal

Desayunar garbanzos con café en la Boquería, el más famoso mercado de Barcelona, tiene sus riesgos si eres Jordi Hereu, alcalde de Barcelona, e intentas agasajar a tu homónimo de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón antes de subir al tren. Divertidos con la experiencia de acodarse ante un insólito cap i pota [carrillada de ternera con pata] matinal en la barra del Pinotxo, un clásico bar que franquea el paso a los puestos colmados de colores, una mujer con los puerros asomando por la bolsa espeta a su regidor:

-No haces nada, ¿eh? Y el barrio está hecho un asco...

Estamos a las puertas del Raval, populoso hogar de inmigrantes al lado de las Ramblas. Y también junto a las columnas del pórtico del Mercat, donde EL PAÍS fotografió en septiembre a hombres practicando sexo con prostitutas. Los alcaldes abordaron después ambos desafíos a bordo del AVE.

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Jordi Hereu. Tiene que haber una ley general que nos permita afrontar la prostitución y que no nos dediquemos a trasladar el problema de un barrio a otro. Que nos ayuden a establecer mayor autoridad en espacio público. Porque atenta contra la dignidad de un barrio. Habría que prohibir el ejercicio de la prostitución en la calle.

Alberto Ruiz-Gallardón. Como alcaldes debemos cuidar la calidad del uso del espacio público, pero el problema es la esclavitud sexual. Si distintas actividades entran en conflicto, hay que favorecer al más débil. No es el que contrata, son la prostituta y el vecino.

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Pregunta. ¿Qué hacer mientras?

A. R.-G. Las políticas de desplazamiento no son adecuadas. En Montera la razón de que un aumento de la presencia policial no haya hecho disminuir el fenómeno son las fortísimas inversiones inmobiliarias que los proxenetas han hecho en el entorno. En Madrid, salvo excepciones, no se practica la prostitución en la calle. Sólo se contrata. Pero el ejercicio se realiza en pisos aledaños propiedad de los proxenetas, que no consienten que las chicas que se prostituyen se deslocalicen. La práctica de la prostitución en la calle tiene que estar prohibida por los ayuntamientos.

P. ¿Cómo se mitigan los problemas que puede generar el crecimiento del fenómeno de la inmigración combinado con la crisis económica?

J. H. Haciendo provisión de servicios públicos. Por eso hacemos más guarderías, colegios y centros de salud que nunca. Y no para los que han venido, sino para todos. Normalidad significa no especialización. Yo no soy partidario del multiculturalismo, de una ciudad segregada. El plan que tenemos es de sociedad civil, la interculturalidad. Hay la tesis francesa de que el que llegue se despoje de todo lo que lleve para ser el ciudadano republicano. No somos partidarios ni de una tesis ni de la otra. Queremos procesos homogéneos, para que se dé la integración y la mixtura. En 10 años en España se ha vivido algo que en el resto de Europa ha pasado en 40 años.

A. R.-G. Hay que aprender de los errores de nuestros vecinos. En Francia, los hijos de los inmigrantes se han sentido excluidos. Y la clave es la integración: a nadie se le debe forzar a abandonar su cultura propia, pero a nadie se le debe excluir de que incorpore esos valores. En Madrid no debe haber barrios para inmigrantes. Sería un error garrafal. No se puede hacer aquello que dijo un ministro suizo sobre los inmigrantes españoles: nosotros pedimos mano de obra y tardamos tiempo en darnos cuenta de que nos mandaron personas.

J. H. Estamos en un momento difícil en que la tentación del populismo sería una deriva a combatir.

A. R.-G. Si los hijos de los inmigrantes se sienten partícipes, habremos triunfado. La cohesión que generamos las ciudades en los sectores más frágiles es fundamental para que la inmigración no sea un problema. Hacemos esa labor y, por supuesto, no se nos financia [se ríe].

Con la colaboración de Blanca Cía y Daniel Verdú

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