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La incertidumbre electoral y el déficit presionan la libra esterlina

La divisa británica cae un 2% y acumula fuertes retrocesos respecto al dólar y al euro - Reino Unido se une al conjunto de países atacados por los mercados

Claudi Pérez

Primero fue Grecia; después España, Portugal e Irlanda. Los mercados siguen sacudiendo allá donde sospechan de una posible crisis fiscal, una eventual crisis política, una difícil salida de la crisis, casi cualquier cosa. Reino Unido y la antaño todopoderosa libra esterlina recibieron ayer una buena dosis de esa medicina, que suele recetarse desde los rascacielos de Wall Street y de la misma City de Londres: la moneda británica cayó un 2% contra las principales divisas -una cifra enorme para lo habitual en un solo día- y amenaza ruina. Se deja un 7% contra el euro en dos semanas y un 7% adicional contra el dólar en 2010.

Las apuestas contra la libra -rebautizada ya, con toda la sorna, como "la peseta esterlina"- responden a una peligrosa combinación de miedos: una economía anémica presuntamente ahogada por un mar de deuda -el déficit es similar al griego-, una devaluación encubierta por parte del banco central que ahora pasa factura y, sobre todo, una enorme incertidumbre política, sin un favorito claro en las elecciones de mayo.

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Durante apenas un par de horas, la libra estuvo ayer en caída libre y parecía confirmar los vaticinios del gurú Bill Gross, de Pimco: "Reino Unido descansa sobre un lecho de nitroglicerina", dijo hace unas semanas Gross en relación al enorme endeudamiento acumulado. Durante el día, varios analistas se unieron a ese corifeo de malos augurios. "La libra se ha convertido en una divisa vulnerable", dijo a Bloomberg Bruce Stout, de Murray. "Hay una gran incertidumbre política, que unida a la mala posición fiscal y a una política monetaria titubeante dejan una extrema debilidad que puede ponerse de manifiesto a lo largo de las próximas semanas", aseguró desde Londres Andrew Goodwin, de Oxford Economics.

Pese a que salió del túnel a finales de 2009, la economía británica llegó a acumular seis trimestres de recesión, con una caída acumulada del 6%. La inflación se ha disparado en torno al 3% por las compras de deuda por parte del banco central -la versión moderna de la máquina de imprimir dinero-, con una política monetaria heterodoxa que despierta recelos. La deuda y el déficit están disparados. En fin, "la inquietud de los mercados está justificada", explicó Julian Callow, de Barclays. En primer lugar, por las novedades en la arena política: lo que parecía una victoria clara del partido conservador (con las recetas habituales: austeridad en el gasto, retirada de los estímulos...) se ha convertido, según las encuestas, en un empate técnico con los laboristas del primer ministro, Gordon Brown, que incluso podría obtener una victoria ajustada.

"La comunidad inversora está preocupada ante la posibilidad de que los laboristas no corrijan el déficit rápidamente, lo que provocaría una rebaja en el rating y más ataques sobre la libra", aseguró Callow. La compra de la división asiática de AIG por parte de la aseguradora británica Prudential, anunciada ayer, tampoco fue una buena noticia: Prudential podría verse obligada a vender libras para acometer la operación, lo que supone más presión.

Y sin embargo otros expertos invitan a ver las cosas con perspectiva. "Los mercados simplemente descuentan un largo periodo de política monetaria laxa. La libra ya no es una moneda de reserva: para hacer felices a los inversores requiere un descuento aún mayor", aseguró el economista Daniel Gros. Al final, los ataques contra el euro han dejado una moneda más débil, pero a la vez mejor situada para exportar. "Los inversores siguen buscando víctimas: ahora es la libra", dijo Juan Ignacio Crespo, de Thomson Reuters. La especulación es inherente a los mercados, "aunque a veces eso contribuya a alimentar el disparate de las teorías conspirativas", remachó.

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Sobre la firma

Claudi Pérez
Director adjunto de EL PAÍS. Excorresponsal político y económico, exredactor jefe de política nacional, excorresponsal en Bruselas durante toda la crisis del euro y anteriormente especialista en asuntos económicos internacionales. Premio Salvador de Madariaga. Madrid, y antes Bruselas, y aún antes Barcelona.

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