Los cicerones de Mauthausen
Alumnos de un instituto se convierten en guías de una muestra sobre el nazismo
El hombre observa esquinado desde la litera desnuda de un barracón. Tiene la mirada ida y la piel pegada a los huesos. Es un prisionero del campo de concentración de Mauthausen (Austria). Su rostro, perturbado y triste, encabeza un panel. "No debía de tener más de 30 años", especula Iván Puentes, estudiante de 1º de bachillerato. Y añade: "Los trataban como a animales".
A su alrededor, decenas de carteles con imágenes horribles: niños desnudos, adultos mutilados, el traslado de los republicanos famélicos, las ejecuciones... Los paneles, que colocarán en el salón de actos recién pintado, son de la muestra Mauthausen, el universo del horror. Es una colección itinerante, organizada por Amical, la asociación de amigos de Mauthausen, que el instituto Palomeras Vallecas expone la semana que viene. Han cerrado 17 visitas de siete centros escolares hasta el viernes, cuando se clausura la exposición. Los guías serán los alumnos de 1º de bachillerato, de 17 y 18 años, unos 60 escolares que esta semana ensayaban con chuletas cómo contar la experiencia de los 8.964 presos españoles. Según estimaciones de Amical, 5.539 murieron allí.
"Así aprenden más que sentados en la silla", dice su profesor de historia
Los chicos pasean nerviosos junto a las imágenes en blanco y negro. Es la hora de la clase de Historia Contemporánea. El profesor Lorenzo Gómez les da las últimas claves. Es el organizador de una experiencia "con la que aprenden más que sentados en la silla", en sus propias palabras.
La idea nació el 27 de enero de 2009, cuando conmemoraron en el instituto el Día del Holocausto. Gómez echó en falta la experiencia de los deportados españoles supervivientes, "que para más vergüenza no pudieron regresar a España hasta la muerte de Franco", añade.
Pidieron a la Diputación de Cádiz, que custodia la exposición todo el año, que se la cediera una semana. El traslado lo pagó la Embajada de Austria. Y los carteles y dípticos, diseñados por una de las madres de los alumnos, los sufragó la Consejería de Educación. "Esa es la segunda enseñanza de esta aventura, todo lo que se puede conseguir con esfuerzo y pocos recursos", añade Gómez. La muestra está dividida en cuatro áreas: deportación tras la Guerra Civil, vida cotidiana en el campo, los horrores y experimentos humanos y la liberación, de la que se cumplen 65 años.
"Chicos, seguid repasando los paneles", advierte el profesor. La alumna Elena Fernández, vestida de gris, se disculpa: "No he ensayado mucho". Pero no necesita un papel para explicar lo que más le ha impresionado: "Los rostros de sufrimiento, la brutalidad de los castigos". Todos los cicerones de la muestra llevarán una identificación con el triángulo azul con una S en medio como la que identificaba a los españoles en Mauthausen.
Sonia García, otra alumna, hace un rectángulo en el suelo con el pie de poco más de un metro cuadrado. "Ése era el espacio en el que tenían que dormir cinco o más personas", relata frente a una imagen de la fachada del campo el día de la liberación. A Lorenzo Gómez le gustaría llevarles el año que viene a ver esa fachada de cerca.
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