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60º Festival de Berlín
Columna
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Nazis grotescos y psicologismo argentino

Carlos Boyero

Tal vez no sea intencionado pero la Berlinale tiene la costumbre de repetir mosqueantemente temáticas en la misma edición. Hubo un año en el que contabilicé seis o siete títulos en los que había abuso, rapto o violaciones de niños. En otra ocasión vi otras tantas películas marcadas por los suicidios. Pero hay dos argumentos que tenían cabida aquí ancestralmente, que gozaban de la inmediata bendición de los programadores del festival independientemente de la calidad que atesoraran esas películas. Eran el Holocausto y la homosexualidad.

Sorprendentemente, en esta edición no había aparecido hasta el momento ninguna película hablando del nazismo. Ya lo ha hecho. Se titula El judío Suss y es incuestionablemente mala. Retrata las sinuosas maniobras de Goebbels, aquel indeseable genio de la manipulación y de la propaganda, para realizar con pretensiones artísticas una película que supone la mayor apología del antisemitismo, obligando mediante el chantaje a que la protagonice un prestigioso actor especializado en Shakespeare y en la que judíos del gueto tendrán que interpretarse a sí mismos con la intención de encontrar realismo. Es de esas películas tan horrorosamente escritas, contadas e interpretadas que te hace sospechar que el director se ha propuesto hacer una parodia en vez de una tragedia, en la que te resulta imposible tomarte algo en serio. Y te sorprende que sea tan tonta, ya que Oskar Roehler, el hombre que la ha parido, realizó anteriormente una notable adaptación de la demoledora novela de Michel Houllebecq Las partículas elementales.

Lo más interesante en otra grisácea jornada ha sido el filme 'On the path'

Rompecabezas es la ópera prima de la directora argentina Natalia Smirnoff. Durante los 10 primeros minutos que recrean con morosidad militante una fiesta de cumpleaños en la casa familiar, tengo la sensación de que el estilo y el psicologismo de la autora se han propuesto imitar la cansina expresividad y el retorcido universo de la tan prestigiosa como para mí temible Lucrecia Martel. Los diálogos costumbristas de una aparentemente feliz ama de casa, su cariñoso marido y dos hijos esforzadamente naturales aunque decididamente insoportables, parecen recitados al azar, con falsa cotidianeidad. Resulta que esta sacrificada y modélica esposa descubre casualmente que tiene un arte especial para construir puzzles. Su enganche con ellos derivará en que la discreta y eficiente casada mienta a su familia, descuide sus labores e incluso llegue al adulterio. Cosas que ocurren cuando las repentinas adicciones te hacen descubrir tu verdadera naturaleza. Se supone que todo en esta película pretende ser sugerente, penetrante, contradictorio y complejo tras su fachada minimalista. Por mi parte, a ratos me intriga la personalidad de la protagonista, y en otros no puedo reprimir el bostezo.

Lo más interesante en otra grisácea jornada ha sido la película bosnia On the path, dirigida por Jasmila Zbanic. Retrata de forma convincente cómo el fundamentalismo religioso y el magnético poder de los ancestros pueden comerle el coco a alguien que estaba integrado en una existencia liberal, sin prejuicios ni dogmas. El drama de una mujer torturada por no comprender lo que está ocurriendo en el cerebro y en los sentimientos de su transformado novio, está descrito con inteligencia, matices y desgarro.

La actriz Zrinka Cvitesic, protagonista de <i>On the path, </i><b>en Berlín.</b>
La actriz Zrinka Cvitesic, protagonista de On the path, en Berlín.EFE

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