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Sarkozy promete a Haití 326 millones en una visita sin precedentes

El presidente francés sobrevoló las zonas más destruidas por el terremoto

Ramón Lobo

En el Campo de Marte, la plaza y los jardines donde decenas de miles de personas sin techo acampan desde hace un mes delante del palacio presidencial, había más interés por el inusitado despliegue de la policía que por la llegada de un alto dignatario extranjero. "Se ha corrido el rumor de que viene Obama", asegura entre risas Stevenson, de 20 años. Cuando se pregunta a la gente que malvive entre basura, aguas fétidas, ratas, escasez y cabañas techadas de plástico, nadie sabe quién es Nicolas Sarkozy, el presidente de Francia, la metrópoli colonial que exigió y consiguió de Haití el pago en el siglo XIX del equivalente a 15.000 millones de euros para aceptar la independencia de su antigua colonia, una suma que hundió su economía.

Es el primer jefe de Estado de Francia que viaja a la antigua colonia
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El difícil reparto de la ayuda

Cuando los dos helicópteros militares descendieron en dirección al jardín del devastado palacio presidencial, las chabolas más cercanas saltaron por los aires. Desde una de las puertas abiertas, el ministro de Exteriores francés, Bernard Kouchner, respondía con sonrisas y saludos a las personas que le exigían acercarse a ver y oler de cerca sus penurias.

Sarkozy es el primer jefe de Estado francés que pisa Haití. En su fugaz visita al país más pobre de América, apenas tres horas y media de apretada agenda, el presidente prometió una ayuda de 326 millones de euros (incluye la condonación de 56 millones de deuda bilateral) y su apoyo para que los haitianos pongan en marcha un proyecto nacional de reconstrucción tras el terremoto que mató a más de 200.000 personas y dejó sin casa a más de un millón.

"He venido a decir al pueblo haitiano y a sus líderes que Francia, la primera en estar en el lugar tras la catástrofe, permanecerá firme a su lado para ayudarles a levantarse de nuevo y abrir una nueva y feliz página en su historia". El presidente de Haití, René Préval, que lo acompañó durante gran parte del recorrido, respondió: "En otras circunstancias una visita del presidente de la República de Francia hubiera sido un gran placer, pero nos encontramos aún en periodo de duelo y enterrando a nuestros muertos".

En Haití, donde el 80% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, hay pocas páginas felices. En el Campo de Marte no escucharon los discursos que venían escritos desde Francia. "Los estadounidenses no querían que viniera porque consideran que Haití es suyo", dice Joseph, de 47 años. ¿Qué prefiere, Europa o EE UU? Joseph respira hondo y responde: "Ninguno. Me gusta Hugo Chávez, de Venezuela. Sé que viene Lula. El presidente de Brasil es otra cosa. Él puede venir cuando quiera aunque no traiga ayuda".

Sarkozy sobrevoló junto a Préval Puerto Príncipe y comprobó desde una cierta lejanía la devastación causada, visitó el hospital de campaña francés, se hizo numeras fotografías para consumo interno y ofreció una rueda de prensa en la embajada de su país en la que habló "de una historia común rica y dolorosa", en alusión a la independencia haitiana proclamada en 1804 por los antiguos esclavos. Pidió la "apertura de una nueva página" en las relaciones entre ambos países y prometió apoyo económico y político en la cumbre de donantes prevista para el próximo mes. Sarkozy, además de comprometer dinero, dijo que Francia enviaría más de mil tiendas de campaña y 16.000 láminas de plástico para hacer frente a las lluvias de primavera, previstas en marzo.

En la calle, cierta indiferencia en la mayoría, curiosidad por el boato del despliegue en bastantes y unas pequeñas manifestaciones de partidarios de Jean-Bertrand Aristide. "¡Abajo la burguesía! ¡Abajo la ocupación estadounidense!", decían con más aire festivo que de revuelta popular. Sarzoky no escuchó los gritos ni los cánticos. Tampoco sintió de cerca la miseria ni atendió a las historias de dolor que se viven en Puerto Príncipe más allá de un fotográfico apretón de manos cerca de la legación. Ventajas del protocolo y de la obsesión por la seguridad.

A pesar de la rapidez y las limitaciones, ésta es la primera visita de un dirigente europeo a Haití -más allá de la de la vicepresidenta del Gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, en los primeros días-. La presencia política de la UE es irrelevante comparada con la de Estados Unidos, que movilizó miles de soldados tras el terremoto. Por Haití no han pasado Herman Van Rompuy, y Catherine Ashton, presuntos responsables de la UE y de su política exterior. De todos los visitantes ilustres, Mat se queda con una que causó sensación en la localidad de Jaqmel por su empatía y proximidad a la gente: "Me da igual Sarzoky, lo importante es que Angelina Jolie estuvo en Haití".

Nicolas Sarkozy, rodeado de haitianos durante su breve visita a Puerto Príncipe.
Nicolas Sarkozy, rodeado de haitianos durante su breve visita a Puerto Príncipe.REUTERS

Una historia de opresión y terror

- Descubrimiento. En 1697, España, que había descubierto la isla de La Española en 1492, entrega un tercio de la misma (Haití) a Francia, y conserva el resto del territorio, la futura República Dominicana.

- La despensa de Europa. Miles de esclavos africanos llegan en el siglo XVIII a Haití para cultivar los cafetales y la caña de azúcar. En torno a 1780, Haití produce la mayor parte del azúcar y el café que se consumen en Europa.

- Independencia. Los haitianos derrotan en 1804 al Ejército enviado por Napoleón Bonaparte, que pretendía aplastar la revuelta contra la metrópoli. Haití se declara independiente.

- La dictadura de los Duvalier. Tras dos décadas de intervención de EE UU, en 1956 llega al poder François Papa Doc Duvalier, a quien sucede su hijo Jean Claude Baby Doc en 1971. Entre 30.000 y 60.000 haitianos son asesinados durante el régimen de terror de los Duvalier, que se prolonga hasta 1986.

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