Lo sagrado
Cristo Gay. Dios mío. Viendo las fotos por las que el artista Fernando Bayona ha tenido que retirar su exposición de la Universidad de Granada no puedes por menos que asombrarte ante la puerilidad del asunto. La provocación de Bayona es enternecedora. El beso de Judas, así se llama una foto en la que aparecen dos muchachitos morreándose, respira el mismo aire que los anuncios de colonias, porque este ejemplar de chulazo (por usar palabras del gremio) abunda en vallas publicitarias, en revistas de moda. No aparecen en ellas los nombres de Judas y Jesús, vale, pero la imagen es la misma: torso desnudo, gran paquetón y rostro efébico.
Hasta los gays que no militan en el tópico están un poco hasta las narices de ese imaginario. Para rematar la faena se nos presenta a una María prostituta y a un san José camello. No tenían suficiente con ser pobres, había que integrarlos en el lumpen. En realidad, el relato de la exposición más bien parece inspirado por un realismo social ultracatólico: con esa familia desestructurada nada más lógico que el niño les saliera gay.
Dicha provocación se agotó en España en los años ochenta. Basta con revisar las películas de Almodóvar, las canciones, el arte gráfico, para saber que ya vivimos nuestro momento de desahogo. Repetirlo ahora resultaría naif, si no fuera porque ha resucitado un público asustadizo que se santigua y unos matones que obligan a una universidad a retirar tres fotos que sólo pueden ofender a quien ha estado en formol desde los años sesenta.
El comentario recurrente en este asunto es, "¿a que no se atreven con Mahoma?". Por supuesto que no. Es lógico que un muchacho de Jaén ironice sobre la religión que le es más próxima; por otro lado, debería ser motivo de orgullo para los creyentes militar en una fe que no amenaza con romper la crisma al que se atreve a hacer una broma.
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