Piedra de toque
La cumbre europea de hoy pone a prueba a las nuevas instituciones y cargos de la UE
La nueva Comisión Europea, bendecida anteayer por el Parlamento de Estrasburgo, se estrenará hoy ante una cumbre económica de los Veintisiete en la que podrá visualizarse cuál es su grado de empuje. Algo imprescindible en una situación mundial en la que Europa va perdiendo peso de manera paulatina. Durante los últimos meses ha arrastrado los pies, en buena parte porque a la transición habitual por fin de mandato se han superpuesto los desafíos institucionales de la entrada en vigor (con retraso) del Tratado de Lisboa. Hoy, como prueba de primer orden, los Veintisiete deben resolver el rescate de la economía griega.
La validación parlamentaria del nuevo equipo de Bruselas ha arrojado luces y sombras. El examen del presidente, José Manuel Durão Barroso, dio cuenta de su habilidad para adaptar sus viejas recetas neoliberales a una inevitable mayor intervención pública en la economía para salir de la crisis. Y las de sus comisarios han afianzado el rol de la Cámara en el control del Ejecutivo, traducido en el suspenso a la candidatura de la comisaria búlgara por sus malas compañías, fenómeno de filtro que ya se había ensayado con el primer equipo Barroso.
Pero las audiencias han evidenciado también la mediocridad general del nuevo colegio, con excepciones notables como la del español Joaquín Almunia. El perfil más preocupante por su debilidad política y exiguos conocimientos es el de la vicepresidenta Catherine Ashton, alta mandataria para la Política Exterior: preocupante, porque sus nuevas funciones generan muchas expectativas, que no han sido satisfechas ni siquiera a nivel declarativo. Y en el plano de la acción, su incomparecencia ante la crisis de Haití, entre otras, agrava el declive del protagonismo europeo, ya plasmado en los conciliábulos y resultados de la cumbre sobre el cambio climático de Copenhague.
El Consejo Europeo de hoy ha sido convocado a iniciativa de su recién estrenado presidente permanente, Herman Van Rompuy. Su mera celebración y lo atinado de la selección de asuntos a debatir (la respuesta europea a la crisis) constituyen, sin que puedan anticiparse resultados espectaculares, la mejor noticia. El ex primer ministro belga será gris y carecerá de carisma, pero ha demostrado saber dónde están las prioridades. La crisis griega, la depreciación especulativa del euro y el recrudecimiento del debate sobre la sostenibilidad de las finanzas públicas ilustran hasta qué punto la necesidad de incrementar la gobernanza económica de la UE se ha vuelto imperiosa.
Es imprescindible completar la unificación monetaria con una política económica común, designio en el que anda implicada con buen criterio la presidencia semestral española. Veremos hoy si el líder de la Comisión y el del Consejo sintonizan sus distintos enfoques sobre la estrategia económica a medio plazo, exigida por la realidad y por la renovación de la fracasada Agenda de Lisboa.
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