¿Cómo se dice cráter en mandarín?
China normaliza los nombres lunares para su ambicioso programa espacial P Pekín quiere llegar a Marte en 2050
Hace unos meses, el Gobierno chino decidió que había llegado la hora de poner orden en el desbarajuste lingüístico en que se han convertido las cada vez más frecuentes referencias a términos geográficos relacionados con la Luna. La iniciativa científico-lingüística asiática es un claro indicador de la creciente ambición espacial de Pekín.
En castellano o inglés puede denominarse simplemente cráter lunar, pero en mandarín existen al menos cinco formas de referirse a esta huella sobre la superficie del satélite terrestre, siendo la más popular keng, que significa sencillamente agujero.
El Instituto de Toponimia, dependiente del Ministerio de Asuntos Civiles, lanzó un programa para reunir las posibles traducciones de las 18 características de la Luna utilizadas habitualmente y normalizar, entre ellas, los términos correspondientes a formaciones, como dorsum, mare, oceanus, planitia, promontorium, sinus o el propio cráter.
La primera lista sistemática de nomenclatura lunar fue publicada en 1935 por la Unión Astronómica Internacional, pero evolucionó a rebufo de los logros alcanzados durante la época dorada de la exploración del espacio en Occidente, en las décadas de 1950 y 1960. Ahora le ha llegado el turno a China.
Tras el reciente carpetazo estadounidense al programa Constellation del anterior presidente, George W. Bush, cuyo objetivo era regresar a la Luna en 2020, las aspiraciones espaciales de Pekín han ganado protagonismo.
En silencio y sin muchas alharacas, salvo cuando se trata de airear las gestas para dar brillo a la imagen del país, alimentar el nacionalismo y reforzar el liderazgo del Partido Comunista Chino, Pekín ha multiplicado en los últimos años sus éxitos en el espacio. El 15 de octubre de 2003 sorprendió al mundo al convertirse en la tercera nación, tras la extinta Unión Soviética y Estados Unidos, en situar a un ser humano en el espacio a bordo de la nave Shenzhou V. En 2005, fueron dos los tripulantes que viajaron a la órbita de la Tierra, y en 2008, tres los que ocuparon la cápsula con el objetivo, cumplido, de realizar el primer paseo espacial de la historia china. Mientras tanto, en 2007, lanzó la primera misión orbital lunar, Change 1, que duró 16 meses, para trazar mapas en tres dimensiones de la superficie.
Pero lo que está por venir denota aún mayor ambición. En octubre de este año, Pekín planea enviar su segunda sonda al satélite terrestre; en 2012 o 2013 quiere depositar un vehículo para estudiar la estructura interna de la Luna, y en 2017 hacer descender un robot que recoja muestras minerales.
Para 2020, China quiere contar con su propia estación espacial y, si el Gobierno aprueba la hoja de ruta recomendada por los expertos de la Academia de Ciencias, enviará sondas a Marte en 2020 y a otros planetas como Júpiter en 2030. Ese año, los astronautas chinos podrían también pisar la Luna, y, a partir de ahí, construir una base lunar desde la que llegar a Marte en 2050.
Con su programa espacial, Pekín persigue varios objetivos: el impulso científico que supone para el país, la búsqueda de nuevos recursos minerales y energéticos, el refuerzo de su posición como potencia mundial y las posibles aplicaciones militares. El programa chino está bajo el paraguas del Ejército Popular de Liberación, de donde proceden sus mandos y sus astronautas.
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