El ángel de la modernidad y una de marisco surrealista
La vanguardia de la artista Maruja Mallo, objeto de una antológica en la Academia de Bellas Artes
Mitad ángel, mitad marisco. El piropo se lo echó nada menos que Salvador Dalí. Y aun así, tampoco pareció suficiente para definir la exuberante personalidad de Maruja Mallo (Viveiro, 1902-Madrid, 1995). ¿Cómo acotar a una mujer, casi una fuerza de la naturaleza, que atravesó el siglo XX español con la precisión de una daga? Vinculada a la generación del 27 y al movimiento surrealista, su sombra dio cobijo a varias generaciones de vanguardistas hasta la rabiosa modernidad de los ochenta. Tremendista, meticulosa, de fuerte carácter, su legado es objeto de una vibrante retrospectiva en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Son más de 140 obras de Maruja Mallo. Provienen de coleccionistas privados de Francia, Argentina y EE UU y conforman la primera antológica que la sacrosanta institución consagra en su historia a una mujer.
Su forma de presentarse al mundo sedujo a los surrealistas franceses
Durante el exilio americano ya no pintaría con el mismo entusiasmo
A la pregunta de cómo poner puertas al campo de esta artista única, Fernando Huici y Ramón Pérez de Ayala han respondido con un cartesiano orden cronológico. La muestra arranca por el principio, claro, con una selección de las ilustraciones que en torno a 1927 realizó para la Revista de Occidente. Lienzos protagonizados por el entonces omnipresente cinematógrafo y por escenas de verbenas, muy en la línea de fascinación urbana de su tiempo. Para entonces, Mallo, nacida Ana María Gómez González, ya era una joven trasladada con su familia a Madrid a los 11 años.
Muy pronto mostró interés por la pintura. En la Escuela de Bellas Artes se granjeó una fama de rebelde que ya no abandonaría en su vida. Fue el escenario de su amistad con Dalí. Luego, ya en la Residencia de Estudiantes, se sumarían Buñuel, García Lorca, Pepín Bello y Rafael Alberti. Con éste vivió un romance de juventud hasta que el poeta gaditano conoció a María Teresa León. Pero es Ortega y Gasset quien le dio la primera oportunidad en las páginas de la Revista de Occidente.
La serie titulada Cloacas y campanarios toma con fuerza el protagonismo del recorrido en sus primeros pasos. La forma una sobrecogedora colección de lienzos protagonizada por esqueletos retorcidos y pintada en tenebrosos oscuros. La joya de este apartado es Antro de fósiles, de 1932. Una pintura con una historia. Se le perdió la pista durante décadas. Hasta que en la pasada edición de la FIAC de París la recobró, como la valiosa pieza que es, el galerista madrileño Guillermo de Osma.
Varios retratos que arrojan a una Mallo sofisticada y un punto extravagante -con el rostro intensamente maquillado, luce dos piezas de baño con estampados realizados por ella- sirven de preludio en la muestra a la etapa central de su obra, el surrealismo que la define en los manuales de historia. Y que le hizo trascender fronteras. Su forma de presentarse en el mundo sedujo tanto a los surrealistas franceses que André Breton adquirió una de sus obras en la galería Pierre Loeb.
Al volver a España, entró en lo que el comisario Fernando Huici considera su etapa creativa más importante. De la mano del uruguayo Joaquín Torres García indagó en las estructuras geométricas del crecimiento del mundo vegetal. La Guerra Civil la sorprendió en misión pedagógica en Galicia. Intentó escapar por la puerta más cercana, Portugal, pero su marido, miembro del POUM, fue devuelto a España. Auxiliada por la poetisa Gabriela Mistral, embajadora de Chile en Lisboa, marchó al exilio. En 1939 pintó la que para ella es su obra más importante. Su particular Guernica. El canto de la espiga es una oda al trabajo en el campo. Como hizo en otras ocasiones, falsificó la fecha. Dató el lienzo en 1929; así parecería un encargo de la República.
Ya en América su mirada se posa en la belleza de otras razas, de flores desconocidas en Europa, de objetos marinos encontrados en sus largos paseos por las playas. Pero ya no volverá a pintar con el entusiasmo de antes.
Babelia
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