Salón de baile, cámara, acción
El palacio de Fernán Núñez es uno de los más solicitados para rodajes
"Las paredes, cubiertas de espejos hábilmente colocados multiplicaban de manera admirable los encantos de aquella multitud brillante y entusiasta, reflejando como estrellas los rayos de las piedras preciosas de que iban materialmente cubiertas las aristocráticas damas". En el salón de baile del palacio de Fernán Núñez una echa de menos llevar miriñaque, porque todo lo demás está igual a cómo se describe en la crónica de una fiesta de la revista La Violeta de 1863.
Las cortinas amarillas de seda damasquinada de Lyón, el palco de los músicos (ocultos a los danzantes, aunque comunicados por un tubo de voz para pedir piezas), las lámparas de cristal de Baccarat firmadas por el parisiense Paillard, las banquetas tapizadas con el típico acolchado capitoné de la época isabelina... y debajo de una alfombra protectora, el único añadido, el increíble entarimado de caoba, palosanto, roble y limoncillo.
La buena conservación del palacio se debe en parte a su orientación norte (el sol no se clava en las telas), y lo ha convertido en uno de los mejores espacios para rodar en Madrid. Es escenario en películas como Dos de Mayo o Volavérunt, recientes tv movies sobre la duquesa de Alba y Adolfo Suárez, e innumerables sesiones de moda.
El localizador de cine Félix Rosell lo tiene entre los favoritos de su ingente archivo de 35.000 fotos (geoposicionadas y con fecha y hora). "Para rodar no vale con que un sitio sea bonito, hay que tener en cuenta cómo entra la luz a lo largo del día, los tiros de cámara, las perspectivas, que la escalera sea ancha para subir el equipo, que se puedan aparcar camiones cerca... Y luego lo más difícil, entender qué quiere el director cuando pide escuetamente un salón de baile".
Según el experto, que ha localizado filmes como El ultimátum de Bourne, Los fantasmas de Goya o 007: Muere otro día, rodar en Madrid resulta complicado por los permisos para cortar calles -"el Ayuntamiento no está por la labor", resume-. Y eso que el 30% de una producción se invierte en el lugar de rodaje, y pese a que la capital es escenario del 70% de la producción audiovisual de España, según Madrid Film Commission.
Viendo la discreta fachada neoclásica del palacio, nadie adivinaría qué hay dentro. Un director de arte necesitaría muy poco, básicamente figurantes, para evocar los saraos decimonónicos que allí se celebraron. Aunque el solar estuvo habitado desde el siglo XVII -cuando se decidió crear un cordón de casas alrededor del convento de Santa Isabel, para proteger a las monjas de la soledad de lo que eran las afueras de la Villa- fue el conde de Cervellón y duque viudo de Fernán Núñez quien mandó construir en 1847 el edificio. El aristócrata se volcó en crear una ambiente de fantasía y lujo para su hija huérfana de madre, María Pilar, que se convertiría en la anfitriona perfecta.
La reina Isabel II tenía incluso su sillón favorito en la casa, un "canapé confidente" rosado que todavía resiste en el salón Isabelino. Para decorar el palacio, el duque contrató a un famoso escenógrafo, Joaquín Edo del Castillo, y no escatimó en gastos. Abundan los tapices de la Real Fábrica, los veladores Luis XV, las porcelanas de Sèvres; hay finas lámparas de cristal y macizas balaustradas de nogal tallado, lienzos, estucos, bajorrelieves... Un derroche teatral que hoy sirve para hacer cine.
El palacio, que pertenece a la Fundación de los Ferrocarriles Españoles, no está abierto al público (aunque hay visitas guiadas a grupos con cita previa). Se alquila para todo tipo de eventos, presentaciones o fiestas (aquí celebró su despedida de soltera la infanta Elena). "Para rodajes, las instituciones como ésta lo ponen mucho más fácil que las familias que tienen palacios privados, porque suelen tener pasta, aunque hay mucho aristócrata venido a menos...", explica Rosell (los precios oscilan entre los 600 y los 6.000 euros al día, según el inmueble). "Lo más difícil: las iglesias, el arzobispado pide leer una versión íntegra y prácticamente final del guión, y luego, tiene que querer el párroco", concluye.
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