Miles de cadáveres se amontonan en las calles de Puerto Príncipe
La carencia de medios y las dificultades para que llegue la ayuda internacional convierten la capital de Haití en una gran morgue
A tres calles del aeropuerto, un trozo de plástico apenas consigue ocultar los tres primeros cadáveres. Durante las dos horas siguientes, en un trayecto a veces imposible hacia el centro de Puerto Príncipe, todas las esquinas sin excepción van ofreciendo al recién llegado una postal dramática de lo que aquí sucedió el pasado martes.
De lo que sucedió y de lo que sigue sucediendo. Porque, aún más que los cadáveres sin enterrar, que los hospitales y colegios que se desplomaron por completo sobre sí mismos, lo que más impresiona es el silencio.
El silencio y un gesto. El silencio de los ancianos y de los niños heridos que esperan sin demasiadas esperanzas que alguien los atienda. Y el gesto de un hombre que con sus manos desnudas arranca las vigas de hierro de un supermercado de la calle Dalma. De pronto, se gira hacia la multitud que lo observa y se lleva un dedo a la boca pidiéndole, ordenándole, silencio. El hombre ha creído escuchar una voz que pide ayuda. Una voz que, todavía, clama en el desierto.
En la capital de Haití, los miles de cadáveres se apilan sin control en las calles y las aceras y las enfermedades acechan a los supervivientes.
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