Autopista comercial Madrid-China
Las tiendas de moda sustituyen a los "todo a un euro" en el pujante despegue de los comercios asiáticos - Cobo Calleja crece con tres centros comerciales y un hotel
A orillas del lago Tai un hombre de traje lanza una palada de tierra. Unas 200 personas aplauden. Suena música enlatada y giran los bailarines de un ballet chino. Los invitados de honor son 16 empresarios madrileños y cinco representantes del Ayuntamiento de Leganés, de viaje en Huzhou (China) para firmar un programa comercial. El acto es para colocar la primera piedra de un complejo de chalés con club náutico. Y el hombre de traje, el promotor, se llama Xufeng Zhou, tiene 30 años y ha hecho su fortuna a 11.000 kilómetros, en un lugar llamado Cobo Calleja (Fuenlabrada).
Cuando está rodeado de grandes empresarios y políticos, a Xufeng le gusta rememorar el día en que abrió uno de sus contenedores y lo sepultaron miles de bragas. Un símbolo de su riqueza. A su nave de productos de lencería en Cobo Calleja llegan cada semana dos contenedores con 30.000 kilos de capacidad. En el polígono industrial descargan 400 contenedores semanales. Es la puerta por la que China entra en Madrid, y uno de los enclaves de la región que mejor ha resistido la crisis. De ahí salen los productos que llenan miles de tiendas al por mayor y mercadillos españoles.
"Queremos seguir progresando", dice Li Huan, de Jóvenes Empresarios Chinos
Los hijos de los propietarios son abogados e ingenieros bilingües
El jamón y el aceite de oliva están de moda entre las élites de Zheijiang
Un tercio de los 19.000 chinos que cotizan son autónomos
"El secreto del comercio chino va a ser ofrecer mayor calidad", dice Miguel
"Pero queremos seguir progresando", explica Li Huan, secretaria de la Asociación de Jóvenes Empresarios Chinos. "Ya no es sólo: 'Los chinos tienen restaurantes, tienen frutos secos'. Ahora intentamos hacer todo tipo de negocios". Su asociación es un ejemplo de los nuevos tiempos: concentra a 42 empresarios de unos 35 años, que empiezan a plantearse que el bajo coste cada vez es menos rentable, o que deben invertir en nuevas tecnologías y dar el paso a otro comercio: combinar el por mayor y las tiendas de ropa.
Lo que sigue sin cambiar es que la mayor parte del dinero que ganan viaja a China. En forma de inversiones en el mercado inmobiliario local (en expansión) o mediante la novedosa exportación de productos españoles: botellas de aceite y vino que llenarán los tráileres vacíos de regreso a Asia.
Una nueva inversión millonaria ha venido estos días a reforzar el peso de Cobo Calleja: alrededor de 50 millones de euros desembolsarán dos empresarios, Li Tie y Yonping, que ya han levantado 80 naves y van a edificar tres centros comerciales y un hotel."El objetivo es recibir a los comerciantes que llegan al polígono. Es una buena oportunidad. Por aquí pasa cantidad de gente", asegura Li Tie. No es sólo un órdago empresarial, también una nueva prueba de la adaptación china al medio. Los dos socios han respondido a la presión del Ayuntamiento de Fuenlabrada por controlar la explosión de la venta en un entorno creado para la actividad industrial. "Hace tiempo que le trasladábamos a empresarios mayoritarios como Li Tie nuestro interés por regular el polígono habilitando naves con zonas de descarga, aparcamientos y mejor seguridad. Él vio ahí una oportunidad de negocio", explica el director de Servicios Industriales del Consistorio, Andrés de las Alas. A estas alturas a nadie le extraña que Li Tie adivine oportunidades de negocio.
Este empresario treintañero llegó a España después de haber probado suerte en Francia. Madrid acoge chinos desde que hace 50 años unos estudiantes de Taiwan montaran una tienda de comestibles y libros en la plaza de España, en los mismos bajos donde hoy bulle un restaurante flanqueado por un supermercado y una inmobiliaria orientales. Pero la generación de Li Tie supuso un salto en número de inmigrantes y, también, de ambiciones. Protagonizaron el auge del barrio de Lavapiés, en el distrito de Centro, que fue el núcleo del comercio chino desde fines de los noventa hasta que el Ayuntamiento de Madrid lo cerró al tráfico en 2006.
En sus inicios, los futuros magnates chinos ahorraron trabajando a destajo en restaurantes y bazares. Luego lanzaron la venta al por mayor, donde el valor añadido no sólo venía de su esfuerzo en España, sino de la pujanza de su país de origen, con fábricas a toda máquina y productos entrando a granel por el puerto de Valencia. La estrategia, explica Ka Leung Chen, de la Asociación de Comerciantes Chinos en España (ACHE), ha sido evidente desde el principio: "Hay que comenzar con negocios que requieran poco desembolso inicial. Y luego, dar el siguiente paso". Subir de peldaño. El trabajador de los talleres textiles y el vendedor callejero de latas aspiran a ser propietarios; y el propietario, millonario.
De los 33.000 ciudadanos chinos empadronados en la Comunidad de Madrid, muy pocos llegan a empresarios del nivel de Li Tie o Xufeng; a ser distribuidores de El Corte Inglés, el grupo Árbol, Alcampo y Carrefour. Hay muchos que no consiguen salir de la explotación, pero, al mismo tiempo, multitud de pequeños emprendedores se consolidan en el paisaje económico nacional.
Jesús Ruan, nombre occidentalizado con el que se presenta un pequeño empresario chino, dueño de un restaurante en Villaverde, suele explicar con una fórmula sencilla el secreto de su éxito: "Lo que pasa es que estamos acostumbrados a trabajar mucho más que el resto". Por una razón u otra, son el único colectivo extranjero que no ha descendido ningún mes en afiliación a la Seguridad Social desde que se inició la crisis. Y un tercio de los 19.000 inscritos en Madrid son autónomos: empresarios que, a su vez, contratan cada vez a más españoles. Según estimaciones del Ayuntamiento de Fuenlabrada, han generado en el municipio 2.000 empleos. Casi el 50 % de las plantillas de las empresas de Cobo Calleja son españoles, y no representan precisamente la mano de obra más barata, sino los que se encargan de relaciones comerciales y la atención al público.
Ahora la comunidad ha dado el siguiente paso. Cinco prohombres chinos lo discuten en un reservado del Shangri-La. El restaurante es más que una pagoda gigantesca situada en un polígono industrial de Leganés: se trata de un símbolo del vigor chino en Madrid, con 2.222 metros cuadrados, capacidad para 800 personas y televisores de pantalla plana en cada cubículo privado, por si después de cenar se tercia un karaoke. El lugar perfecto para cerrar contratos e invitar a las autoridades españolas. Por eso el día de su inauguración, entre brindis y conversaciones informales se gestó allí la expedición de empresarios de Leganés a China.
El karaoke. "Yo soy un fanático", se confiesa Pedro Zhang. Con ese nombre se anuncia en el Shangri-La el enjuto presidente de la Asociación de Alimentación de Chinos en España. Para comprender su importancia, basta saber que sólo en el distrito de Centro hay 500 tiendas de alimentación regidas por sus compatriotas. Y entre ruidosos sorbos a la sopa de aleta de tiburón y tragos de té antioxidante, desgrana su historia de hombre hecho a sí mismo. "Mi primer negocio, a principios de los noventa, fue una pequeña frutería en Lavapiés. No conocía una palabra de español y los clientes extendían la mano con unas monedas para que tomara lo que costaba", ríe. Mientras aprendía español fue ahorrando. Para dar el salto. Hoy posee una cadena de supermercados repartidos por todo Madrid. Los bautizó con un nombre "amigable": el Hiper Vecino.
La cena sigue girando en torno al futuro. "El secreto del comercio chino va a ser ofrecer mayor calidad. Cambiar la imagen de que sólo vendemos artículos baratos", explica Miguel, otro de los comensales asiáticos. Es dueño de un local de venta de ropa al por mayor en la calle de Mesón de Paredes, y ya ha empezado a hacer los deberes: no se conforma con vender ropa destinada a los mercadillos, sino que busca diseños adaptados al consumidor europeo: el color de moda, el acabado... Ha decidido centrarse en el textil de calidad fabricado en Hong Kong, abandonando las ferias de Yiwu (en Zhejiang, la región de la que viene la inmensa mayoría de chinos en España), considerado el gran supermercado low cost del mundo, con un volumen de negocio de 28.730 millones de yuanes (tres billones de euros), según el último informe del Instituto Español de Comercio Exterior.
El mismo movimiento de sofisticación lo está impulsando muchos en Lavapiés. "Van buscando zonas abiertas al tráfico. Compran comercios tradicionales en la calle de Toledo y abren tiendas de moda", explica Manuel Osuna, presidente de la Asociación de Vecinos La Corrala, testigo de la expansión asiática. Y la misma búsqueda de la excelencia ha llevado a empresas chinas de Cobo Calleja a lanzarse a sectores más exigentes tecnológicamente. Un ejemplo es Bolma, que combina la producción de textil con luminarias y placas solares; o Extastar, dedicada a baterías, pilas y LED. Han aprendido cómo funciona el mercado español, reconocen las oportunidades, y los hijos de los propietarios ya no trabajan en tiendas: son abogados e ingenieros bilingües que nada más saludar reparten sus tarjetas de visita llenas de números 8, la cifra de la suerte china.
El éxito de los habitantes de Zheijiang en España ha hecho que el jamón, el vino y el aceite de oliva se pongan de moda entre las élites de esta provincia con 40 millones de habitantes, de los cuales en realidad muy pocos tienen dinero para dejar el cuenco de arroz. Por eso cada vez más empresas chinas tienen una división de exportaciones de alimentos españoles. Hoy son cerca de 600 las compañías nacionales con presencia allí, según el ICEX. De ahí que Xufeng a menudo vuelva a casa acompañado por comerciales españoles que buscan dónde fabricar a menor coste o colocar su carta de caldos. El círculo virtuoso se cierra.
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