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Néstor Kirchner debuta como diputado con una derrota

Soledad Gallego-Díaz

La nueva legislatura que se inaugura el próximo día 10 en Buenos Aires se dibuja como especialmente conflictiva. A los primeros espadas habituales de la política argentina, se ha unido en esta ocasión, como diputado, el ex presidente Néstor Kirchner, que dirigirá la bancada oficialista y que ocupa por primera vez en su vida un escaño. La sesión de jura de los nuevos parlamentarios -elegidos en junio- fue ya un ejemplo de esos nuevos aires políticos. La oposición dio un golpe de fuerza e hizo valer su nueva mayoría para arrebatar al grupo de Kirchner el control de la mayor parte de las comisiones.

Su debut como diputado, y su primera derrota, no parecieron impresionar a Kirchner, que actuó en el Congreso como si fuera una estrella: lanzó besos al público, saludó a niños (hijos de diputados afines, se supone), y animó a la especie de barra brava que le acompañó en los palcos superiores con cánticos, vítores y algunos insultos, sobre todo para el peronista disidente Felipe Solá; Elisa Carrió, de Coalición Cívica, y Francisco de Narváez, que le ganó las elecciones a Kirchner en la provincia de Buenos Aires.

La sesión fue presidida por la diputada de más edad, Lidia Satragno, una famosa locutora de radio de los años setenta, conocida como Pinky, que milita en las filas del PRO (el partido del alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri). Pinky tuvo que hacer valer su buena voz para recordar a los diputados que el acto de jura era una ceremonia solemne.

La jornada no fue nada cómoda para el ex presidente. Se suponía que se había llegado a un acuerdo sobre el reparto de la Mesa de la Cámara y sobre el control de comisiones. Kirchner llegó y se negó a aceptar el acuerdo.

Oposición en mayoría

Era el momento de comenzar la sesión y los diputados oficialistas no estaban en la Cámara. Una hora después, la oposición se sentó en sus escaños e hizo valer su mayoría y el quorum. Poco a poco, los kirchneristas volvieron al salón.

Elisa Carrió y peronistas disidentes propusieron entonces quedarse con la presidencia de todas las comisiones. Los radicales, que temen que una presión excesiva sobre la presidenta, Cristina Fernández, haga tambalear su mandato -que debe durar todavía dos años más-, impusieron, sin embargo, respetar el acuerdo inicial.

En cualquier caso, y pese a esa demostración de división de la oposición, la nueva legislatura promete ser difícil para la presidenta y para su marido.

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