De oficio, mentiroso
El espía, por definición, está al servicio de una potencia extranjera para averiguar informaciones secretas y comunicarlo a sus mandos. Pero Juan Pujol nunca estuvo al servicio de nadie. Pujol es probablemente el único espía autónomo de la historia: primero llamó a la puerta de un bando, el aliado durante la II Guerra Mundial, y como no le aceptaron como trabajador (ni fijo ni a tiempo parcial), se fue a la otra esquina a ofrecerse al bando nazi, que sí creyó oportuna su contratación. Fue entonces cuando los británicos vieron la oportunidad y finalmente lo aceptaron. Ahora bien, el concepto doble agente se le queda corto. ¿Cómo definir a alguien que se inventó a 22 hombres a su cargo, a toda una red de espionaje, cuando era el más libre y solitario de los espías? Un espía que, por cierto, no espiaba. Prestidigitador de la información y de la vida, Pujol, apodado Garbo por los aliados, Alaric por los alemanes, acabó confundiendo a los nazis sobre el objetivo del desembarco de Normandía, convenciéndoles de que se trataba de una estrategia de engaño, y que el verdadero ataque se produciría en Calais. El insólito documental Garbo, el espía, de Edmon Roch, da cuenta de sus andanzas y, ojo, para los descreídos: no es un falso documental.
GARBO, EL ESPÍA
Dirección: Edmon Roch.
Intervienen: Nigel West, Xavier Vinader, Mark Seaman, Juan Pujol.
Género: documental. España, 2009. Duración: 89 minutos.
Visto el panorama de impostura generalizada, Roch, con Isaki Lacuesta como coguionista, se monta su particular visión del personaje con la ayuda del cine, otro concepto mentiroso por naturaleza. Así, Roch evita la voz en off explicativa, que hubiera hecho su trabajo más fácil (aunque también más convencional), y son secuencias de películas tan distintas como Patton, El día más largo o Nuestro hombre en La Habana (se dice que Graham Greene se inspiró en Garbo) las que acompañan a diversas entrevistas con estudiosos del personaje, y a un precioso diseño sonoro y musical de Fernando Velázquez.
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