Bolonia rescata a Chaplin y Keaton
La Cineteca desempolva dos documentales inéditos sobre la intimidad de ambos genios
"La diferencia entre Keaton y Chaplin es la diferencia entre prosa y poesía, entre el aristócrata y el vagabundo, entre la excentricidad y el misticismo. Entre el hombre como máquina y el hombre como ángel". "Para mí la comparación no tiene sentido. Keaton es incomparable". Los sofisticados protagonistas masculinos de Los soñadores (2003) de Bernardo Bertolucci acababan peleándose sobre esa cuestión en su atiborrado parisino piso de aquel mayo del 68. La disputa no es original. De hecho, divide a cinéfilos de todo el mundo desde hace décadas, del mismo modo que los amantes del pop se enfrentan por el dilema Beatles Rolling Stones. La lucha de estos dos genios del cine se ha subido por última vez al ring en un lugar tan insospechado como Bolonia, cuya filmoteca ha rescatado horas de material inédito de ambos artistas.
Farinelli: "Ver cómo creaba a Charlot es como mirar a Dios a los ojos"
Rohauer: "El cuerpo de Buster estaba lleno de cicatrices, una por cada filme"
La institución de la ciudad italiana acaba de editar dos estupendos documentales. Son tres horas para cada uno de los artistas, que aparecen retratados gracias a cortes descartados en el montaje, grabaciones domésticas de amigos y colegas, entrevistas con colaboradores, figurantes y familiares. Este material exclusivo, reunido en dos DVD en inglés, se puede adquirir en la web www.cinetecadibologna.it (Alla ricerca di Buster Keaton y Alla ricerca di Charlie Chaplin).
La historia es digna de un guión slapstick. A finales de los años setenta los historiadores del cine Kevin Brownlow y David Gill encontraron el tesoro perdido de Chaplin: "Horas y horas de filmaciones que podían revelar la verdad sobre su método de trabajo", explican. Con ese material prepararon tres capítulos para el programa televisivo The unknown Chaplin, emitidos una sola vez y que ahora rescata la Cineteca. Pocos años después, descubrieron otro documental, éste obra de Keaton, contemporáneo de Charlot y su eterno -supuesto - rival. Su título era A hard act to follow y nunca fue emitido.
"Charlot fue la primera estrella universal del cine. Es un patrimonio de la humanidad. En este documental lo vemos desde cerca, descubrimos su método obstinado, perfeccionista de trabajar", dice el director de la cinemateca Gianluca Farinelli. Las tres horas de Brownlow le arrancan la máscara, le dejan sin su clásica vestimenta, sin bigote y con el pelo veteado de gris. Chaplin se rasca la cabeza buscando un gag, se equivoca, tropieza y se ríe de sí mismo: "Es como mirar a Dios directamente a los ojos", interviene Farinelli. Así vemos lo complicado de su sencillez. Como la última escena de Luces de la ciudad, cuando la mujer ciega que vende flores en la calle le da una. Chaplin tardó dos años en obtener el corte que le satisfacía.
Keaton sorprende justo por lo contrario. "No hay diferencia entre el Buster en la ficción y él sentado a la mesa, comiendo". No usaba dobles. Era él, siempre. Hasta en las secuencias más peligrosas. Durante el rodaje de El maquinista de la general, se declaró un incendio. Los curiosos se desmayaban del susto. Él se quitó los pantalones y en calzoncillos apagó las llamas. Un destino encerrado en su nombre, Buster, el tío que arde. "Él estaba quemado, el tren inutilizable. Aquello de 'la primera es la que vale' para él era un método obligado de trabajo", apunta Cecilia Cenciarelli, que ha seguido paso a paso la producción de los documentales de Brownlow y es responsable del proyecto Chaplin (la cinemateca tiene la exclusiva sobre el material de la familia: 15.000 páginas de películas montadas, cortes inéditos, cartas, esbozos, guiones, fotos, consultables gratis en charliechaplinarchive.org). "El cuerpo de Buster era un mapa geográfico de cicatrices, una huella por cada filme", dice su distribuidor Raimond Rohauer a Brownlow.
En cualquier caso, este profuso e importante material inédito los púgiles comparecen en el cuadrilátero con los mismos atributos de siempre. Nacido en Londres y de un metro y sesenta y cinco, Chaplin; alto, esbelto, originario de la América profunda, Keaton. Redondo y patoso uno, afilado con su cara de piedra y mirada inexorable, el otro. "El talento de Buster es el de un acróbata de vaudeville, capaz de trabajar con objetos grandes y de hacerlo con una destreza insuperable. Chaplin es un bailarín de music hall, buenísimo en manipularse a sí mismo", decía el crítico David Pearson.
Si el mundo del arte los consagró a ambos, el del espectáculo coronó a Chaplin. "Lo que entendió éste es la importancia de su independencia artística. Quería ser actor, director, productor y distribuidor: Chaplin lo quería todo y por eso fundó sus Estudios y su productora en 1919. Se toma su tiempo, es dueño de su producto del principio a fin. Keaton fue arrasado por el paso del mudo al sonoro. Siempre dijo que irse a la Metro Goldwin Mayer fue el error más grande de su vida. Los productores no supieron darle voz, no le sacaron partido. Acabó alcohólico, pobre y deprimido".
Eso no impidió que Chaplin quisiera a Buster encima de la tarima para su crepuscular Candilejas. Mientras Keaton repetía "Chaplin es el más grande actor cómico de siempre".
Babelia
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