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El futuro del sistema financiero
Columna
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El arte de gobernar sin que se note

Este fin de semana, en el congreso del PP de Pontevedra, Alberto Núñez Feijóo fue entronizado otra vez como el nuevo Espartaco, el liberador de las cadenas que aherrojaron a los sufridos galaicos en el monolingüismo gallego a lo largo de cuatro interminables años. Loó la gesta el presidente nacional del partido Mariano Rajoy, que podrá así venir cuando quiera a su tierra natal, ahora redimida, despreocupándose por fin de en qué idioma hablar: "Celebro lo que está haciendo el Gobierno de Feijóo porque está apostando por lo más importante que tiene una persona: su vida y su libertad". Loola el presidente provincial Rafael Louzán: "Con Feijóo renació una Galicia libre. Somos libres para hablar como queremos, para educar a nuestros hijos, para pensar y opinar". Sólo faltaron unas emotivas ofrendas florales al Libertador a cargo de unas niñas que balbucearían con enternecedor esfuerzo, en el idioma recién recuperado, su enorme agradecimiento por no verse obligadas a hablar gallego en su futura puesta de largo.

Que sea una caja mayor y gallega para algo, no para hacerla más apetecible a la voracidad ajena

Un logro tal no debería distraer el aplauso de la ciudadanía de otros menos celebrados, pero no por ello menos importantes, como la emancipación de los centros y de los trabajadores del Consorcio do Benestar, sojuzgados por el sector público, ahora en proceso de privatización salvadora. Tampoco debería desviar al propio Libertador de los objetivos que quedan por acometer. Feijóo ha tenido el gran acierto de señalar el localismo como uno de los grandes obstáculos para aprovechar racionalmente los recursos para el desarrollo de Galicia, sobre todo ahora que nos damos cuenta de que escasean. Su ventaja sobre otros teóricos de la ciencia política, y su responsabilidad, es que él está en disposición de hacer algo en ese sentido, aunque ya sabemos que la esencia de la política es encontrar un problema allí donde había una solución, según Woody Allen, y también que intentar hacer algo es el primer paso hacia el fracaso, tal y como reflexionaba Homer Simpson (que no todo va a ser citar a Castelao).

Por ejemplo, en lo de las cajas, quizá debería haber tomado alguna decisión, además de esperar que el problema se resolviese solo o por cansancio de las partes. Todo el mundo, de la ciudadanía rasa a la oposición no menos rasa, de la patronal a los sindicatos, en la prensa o en Facebook, tiene clara la solución, haya o no haya problema: si tiene que pasar algo, que concluya en una caja mayor y gallega y que lo sea (grande y gallega) para algo y no para hacerla más apetecible a la voracidad ajena. Ayer, por fin, el presidente anunció que él también pensaba lo mismo que casi todos. En cuanto a las consecuencias prácticas de lo que opine la Xunta de Galicia, quizá pase como con la Iglesia de Roma, que confía en que los católicos sigan sus directrices obligados por su conciencia.

Otra de las preocupaciones del presidente gallego, como de toda la clase política, es la sensación de corrupción rampante. Incluso Rajoy interrumpió su habitual actitud de limitarse a esperar que pase el cadáver de su enemigo y propuso una serie de medidas, éticas y legales. En lo que respecta a la ética, la justicia condenó al alcalde de Gondomar y concejales del PP por prevaricación, pero el libertarista Louzán, además de promover una moción de censura para reponer a los depuestos, acogió al condenado cabecilla en su seno, con sueldo de vicepresidente. En lo referido a las normas, en A Coruña, el gobierno local, PSOE y BNG, acaba de firmar un convenio del todo legal con un grupo de promotores mediante el que recalifica como urbanizables un millón de metros cuadrados que hasta hace un mes eran de uso rústico. En materia urbanística, las medidas que ha adoptado la Xunta han sido, como no podían ser de otra forma, liberalizadoras: reforzar la autonomía municipal.

Ya lo dijo Lin Yutang, uno de los difusores del pensamiento de Oriente en Occidente: "Además del noble arte de realizar las tareas, existe el noble arte de dejar las tareas sin realizar. El saber de la vida consiste en la eliminación de todo aquello que no es esencial". Roto el yugo monolingüe, lo demás es accesorio.

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