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Reportaje:

Tres estaciones con baños muy controlados

Los guardas custodian los servicios para impedir el sexo entre hombres

Las dársenas se distribuyen a izquierda y derecha del intercambiador de Plaza de Castilla. En el último pasillo del último piso, en la parte más recóndita y solitaria del lugar, hay unos baños públicos. Y a la entrada, un vigilante muy alto apoyado en la pared. No hay nada alrededor. Ningún posible ladrón. Ningún usuario. Ninguna otra cosa en la que fijar la vista salvo los baldosines y las puertas de los servicios. Y en eso se afana el vigilante, que tiene una compañera de apoyo, para su delicada misión: vigilar que los hombres no mantengan relaciones sexuales en los váteres. Un cometido que comparten con sus colegas de Moncloa y de Avenida de América.

Pero esta vigilancia del conocido cruising, ligue entre hombres en lugares públicos, no es una estrategia del consorcio de transportes madrileño. Eso dice un portavoz, al menos. "No nos preocupa ese asunto especialmente", comenta rotundo, aunque concede que los hombres de seguridad habrán decidido vigilar con particular interés los baños porque "puede ser un sitio conflictivo". El diario Qué! advirtió el pasado viernes de las prioridades de los guardias.

"Hay cosas más importantes que vigilar", señala un portavoz de COGAM

Una prioridad con la que algunos colectivos de homosexuales, como el mayoritario en la región COGAM, no están muy de acuerdo: "Hay cosas más importantes a las que destinar la atención y los recursos de los trabajadores del intercambiador", aunque no son partidarios de este sistema de sexo exprés.

"Sí, es verdad", afirma rotundo el vigilante, que se niega a contestar cualquier otra pregunta y llama a su compañera, beta c, en busca de refuerzos al verse abordado por dos periodistas. La compañera insiste en que debe permanecer en silencio y que el redactor debe buscar sus propias "encuestas" mientras invita a salir del lugar.

En Moncloa, "las encuestas" coinciden con las de Plaza de Castilla. El servicio escogido para esta actividad, que mezcla ligue con prostitución, según un conocedor del asunto, es también el más oculto, el más profundo. Allí hay otros dos guardas y un tercero en lo alto de la escalera que conduce al lugar. Los hombres que entran no son molestados y la frecuencia de paso es muy pequeña. Pero ahí, apoyados en la pared están los vigilantes. Hasta que, de repente, deciden moverse. Uno de ellos, eso sí, conserva la visión de la puerta de los baños desde un vestíbulo cercano. "Hay de eso en todas las estaciones, mejor taparse el culo al pasar", dice con una sonrisilla que pretende ser cómplice un conductor de autobús que se cubre la parte trasera del pantalón con la mano.

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Desde la asociación de homosexuales Triángulo no tienen "una postura definida ni una opinión sobre el asunto". Nunca se han planteado la cuestión. Lo cierto es que los lugares de encuentro entre hombres en lugares públicos en Madrid son una vieja tradición que, sin grandes incidentes -algún robo inesperado-, lleva sucediendo desde hace muchos años y en muchos lugares. Con especial predilección por las estaciones de tren y autobús.

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