"Le digo a mi hijo que se vaya del pueblo, pero él no quiere"

Es la una de la tarde y padre e hijo llevan un par de horas concentrados en la plaza de Cibeles en Madrid. Han salido por la mañana de Villasilos, cerca de Burgos. Son ganaderos y agricultores, pero el negocio hace tiempo que no es rentable. El padre, Domingo Rico, de 62 años, quiere que su hijo Ismael, de 34, busque fortuna en la ciudad, igual que han hecho ya decenas de vecinos: "Le digo que se vaya del pueblo, pero no quiere", se resigna Domingo.

Ismael sabe que el futuro pinta muy negro en este pueblo de 80 habitantes. "Pero esto lo es todo para mí. El campo me tira", dice mientras agarra un porrón con vino dulce y un compañero le palmea la espalda: "La ganadería la lleva en la sangre", le corean.

Pero, ¿por cuánto tiempo? Ismael posee también tierras y dice perder 200 euros por hectárea. Cada vez pagan menos, pero los costes de producción crecen. "El pienso me cuesta ahora 47 pesetas [22 céntimos de euro. Los agricultores siguen utilizando la peseta como referencia], hace unos años eran 30", cuenta el hijo. Los costes se disparan. Los ingresos, todo lo contrario. En esta época, vende el lechal a 50 euros. ¿Por qué no pide más por ellos? Domingo sonríe: "El comprador sabe que tengo que venderlos ya. Si no, me crecen, valen menos, y agotan la leche de sus madres. Y me quedo sin queso". En la región, el 40% de los criadores de ovino ha cerrado su negocio.

Ismael ha visto en los últimos años cómo siete de sus nueve amigos han dejado Villasilos, pero tiene claro que aguantará. De momento, porque su novia vive en Burgos. A ella le gusta ir a ver a Ismael al campo, "pero sólo de fin de semana. Nunca vendría a vivir", se resigna. "Hasta ahora bien, pero el día que me case voy a tener un problema".