La Iglesia y el aborto
El portavoz y secretario general de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y obispo auxiliar de la Archidiócesis de Madrid, Juan Antonio Martínez Camino, ha declarado recientemente que quien afirma que es legítimo el aborto "cae en herejía". Por este obispo auxiliar, de sentencias tan líricas, ya estaba fascinado, en su día, hasta el mismo Cristo, quien, en un viaje astral, a orillas del Manzanares, llegó a decir en una ocasión a sus discípulos unas palabras memorables recogidas luego en los evangelios. Los apóstoles también quisieron desplazarse entonces a Madrid con Él con vistas a viajar luego a Zaragoza para cantar allí unas jotas con la Virgen, que, unos días antes del viaje de Cristo a la corte y villa, se había hospedado en un hotel maño del paseo de la Independencia. Dijo aquel día Cristo, a dos pasos del puente de Segovia, pensando en el ya entonces inminente -inminente viene del latín minae, "amenazas"- día de noviembre de 2007 en que el papa Benedicto XVI nombraría a don Juan Antonio obispo auxiliar de Madrid: "Yo soy el Martínez Camino, la Verdad y la Vida".
Es una buena noticia que Martínez Camino encuentre, al menos, la objetividad en el pecado
El portavoz de la CEE hizo esta afirmación del "cae en herejía", que suena a eco aciago del célebre "si España cae, digo, es un decir" del gran poeta peruano y vecino en su día de la calle de Goya, César Vallejo, durante la conferencia sobre el derecho a la vida pronunciada en un desayuno informativo organizado por la Dirección de Comunicación y Relaciones Externas de la Fundación Universitaria San Pablo CEU. Hay que felicitar al obispo por esta frase que rescata para nuestro uso la palabra herejía, tan ignorada por los alumnos de colegios y universidades, aunque, por supuesto, se sigue usando hoy con mucha frecuencia en la vaticana Congregación para la Doctrina de la Fe, que antes se llamó Santo Oficio, y que todavía antes respondió al nombre de Tribunal de la Inquisición, la institución que se sacó el papa Inocencio III de su sagrada axila, a principios del siglo XIII, para mandar a criar malvas la herejía de los albigenses. Luego, en la práctica, quienes se fueron a criar malvas fueron los albigenses y la herejía, como vemos, siguió por ahí viva, hasta hoy, en que el Gobierno va a ampliar la ley del aborto, sin que los inquisidores lograran exterminarla.
El portavoz de la CEE añadió, además, en ese desayuno que la herejía que supone afirmar que es legítimo quitar la vida a un ser humano lleva aparejada la excomunión. Quien practica o colabora en un aborto tiene la pena de excomunión automática, un epíteto que, por cierto, la excomunión comparte con las pistolas. Cualquier persona que defienda, propague y dé su voto afirmativo a la ley del aborto, dice el portavoz de la CEE, está en una situación objetiva de pecado y no puede comulgar. Y, apuntando al corazón de los diputados socialistas católicos, el portavoz de la CEE añadió que ningún católico coherente con su fe podría aprobar y dar su voto favorable a la futura ley del aborto porque está cometiendo una incoherencia con la fe divina y católica y está en situación objetiva de pecado. ¿No es cómico oír hablar de coherencia y objetividad a un ciudadano que es ministro de una religión que, como tan bien demuestra Holbach en su extraordinario libro El cristianismo al descubierto, recientemente publicado por Laetoli, y que debería ser de lectura obligatoria para todos los profesores y estudiantes de España, es un disparatado compendio de delirios judíos, indios, egipcios y griegos? El portavoz de la CEE halla la objetividad en el pecado. Pero, casualmente, la Iglesia lleva 20 siglos injuriando a la razón y persiguiendo la ciencia, que siempre se somete a la objetividad de los hechos, con una saña feroz que, por desgracia, nunca se menciona en los manuales de historia. Pero es una buena noticia que el portavoz de la CEE encuentre, al menos, la objetividad en el pecado. Ahora ya sólo le falta abandonar su mundo interior, en el que, al poder medir la objetividad del pecado, ya ha demostrado que es una eminencia científica y salir al mundo exterior y, con el mismo afán de objetividad con que investiga el pecado, estudiar la naturaleza. Hay que recomendarle que empiece, por ejemplo, por el Sistema de la naturaleza, de Holbach, de quien ha escrito Michael Onfray que, en el terreno del ateísmo, pulverizó el melindroso deísmo de Rousseau, las comedias anticlericales de Voltaire, quien no dejó de defender la religión para el pueblo, y las brumosas dudas de Diderot sobre Dios.
Y, para colmo, Emilio Ruiz Barrachina acaba de comunicar en el Pequeño Cine Estudio que ha finalizado en Baza (Granada) el rodaje de su película El discípulo, basada en la vida de Cristo. Otra herejía al canto. Archi-diócesis: diócesis del estornudo. ¿Monseñor, estaba usted resfriado aquel día del desayuno?
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