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Columna
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La dificultad de gobernar

Gobernar Galicia no es fácil. Contra lo que cabría esperar en una comunidad histórica, es más sencillo encontrar mimbres locales o provinciales que autonómicos. Y con débiles y escasos mimbres autonómicos es difícil construir un país fuerte. Lo vemos continuamente. Sea en la planificación portuaria, en la ferroviaria, en la aeroportuaria, o en la universitaria, (casi) todos nos damos cuenta de que no lo estamos haciendo bien. Pero eso no evita que cuando hay que opinar, posicionarse y liderar, los esfuerzos más intensos se manifiestan en la defensa del espacio más próximo y limitado.

Es evidente que necesitamos un sistema portuario integrado y fusión de autoridades portuarias; que es absurdo hacer un tren Vigo-Ourense exclusivo para pasajeros, que condiciona negativamente el resto de la planificación del tráfico para mercancías y que nos aleja de lo que se está haciendo en España y Portugal; que lo que precisa Galicia es tener un aeropuerto internacional central, con parada del AVE en la propia terminal, como en Suiza, Francia, Dinamarca o Portugal (y en breve también en Barajas); que no sería razonable ponerse a abrir nuevas facultades de Medicina por Galicia adelante cuando la apuesta de país es el campus de la salud en Compostela. Y así podríamos seguir enumerando ejemplos hasta llegar a lo que está ocurriendo con las cajas gallegas.

Existe un serio riesgo de que las cajas se conviertan en sociedades anónimas como los bancos

Tenemos dos cajas de tamaño medio que deben aliarse con alguien en breve. Y hay dos opciones: aliarse entre ellas para dar a luz una gran caja, o con otra u otras de fuera para sobrevivir. Visto el panorama, aliarse con una de fuera significa dejar de tener entidades gallegas, a expensas de conocer el futuro que le depara al Banco Pastor. Una fusión con Caja Madrid sería como disolver un azucarillo en una taza de café. Tirar de la fórmula del Sistema Institucional de Protección (SIP) con entidades menores permitiría mantener una caja gallega en el corto plazo, pero conducirá inexorablemente a una fusión a medio plazo. Con un agravante. Existe un serio riesgo de que los SIP acaben abriendo la puerta a la transformación de las cajas en verdaderas sociedades anónimas, como los bancos. Quizá por eso es una solución que gusta a aquellos que quieren, de una tacada, reducir a menos de diez el número de cajas en España y privatizarlas.

Así las cosas, mis preferencias están claras. Puesto que considero relevante y positivo tener entidades financieras estrechamente vinculadas con el territorio y veo ventajas en mantener la naturaleza sui generis de las cajas, me sumo a quienes ven en la fusión de las dos cajas gallegas la mejor solución que podemos adoptar en estos momentos. Por supuesto, lo que opine yo, o colegas como Albino Prada, Manuel Lago, Víctor Moro, Antonio Grandío o Luís Caramés, entre otros, es muy poco relevante. Lo que importa es lo que opinen y movilicen los agentes sociales, partidos políticos y gobierno a escala autonómica y, por supuesto, los propios consejos de administración de las cajas. Aunque con un matiz relevante en este último caso. En los consejos de administración de las cajas se sientan personas que representan intereses tan legítimos como parciales, a los que se deben. Por eso no se debe esperar que en la presente discusión hagan prevalecer el interés general de los gallegos frente a otros. Quizá el mejor ejemplo lo proporcione la propia representación política en los consejos: está el mundo local, pero no el autonómico: un asunto pendiente para la reforma de la ley de cajas gallega.

La Consellería de Facenda ha hecho un trabajo intenso y discreto en los meses pasados, pero parece que ha llegado el momento del presidente Feijóo. Un presidente cuya capacidad política se vería multiplicada en casa y en la sede del Banco de España en Madrid si sindicatos, confederaciones empresariales, partidos políticos y otros agentes socioeconómicos a escala gallega fuesen más claros y vehementes a la hora de expresar su posición. Al menos tanto como los agentes locales contrarios al proceso de fusión entre las dos cajas.

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