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Columna
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Crisis colaterales

Madrid es la comunidad donde más ha crecido el paro en los últimos meses. Actualmente hay 483.700 desempleados. Según el último estudio del Instituto Nacional de Estadística (INE), más de la mitad de las familias madrileñas, el 56,8 por ciento, se las ven y se las desean para llegar a fin de mes.

Como consecuencia lógica de semejante panorama, la delincuencia se dispara. Esta semana, sin ir más lejos, se ha detenido a un tipo que asaltó a 36 taxistas en tres meses, y a otro individuó que atracó seis bancos en 40 días. Se está notando un aumento de sirenas de policía y ambulancias, que muchas veces se dirigen a un mismo lugar. Bares, joyerías y tiendas aceleran sus sistemas de seguridad y desconfían de cualquiera que entre por la puerta si no es conocido.

Hay aspectos más sutiles en los que la crisis machaca igualmente. Por ejemplo, van decayendo los clubes de alterne, mientras que algunas cervecerías de barrio aparentemente normales incrementan su clientela con la llegada de busconas profesionales a cualquier hora del día. Pero, claro, esas señoritas se juntan con chicas normales y con pibas simplemente ligonas gratuitas, por deporte, no por dinero. Total que, como las putas y los putos suelen destacar por su verborrea contagiosa, a veces vas a tomar una caña y aquello parece un lupanar alborotado; no es fácil distinguir a las churras de las merinas. Además, por allí merodean sujetos con jeta de macarras de medio pelo y ciudadanos de oscura mirada. La crisis ha aumentado el número de rameras y chaperos, pero no existen estadísticas que lo corroboren.

Si los taberneros no andan con cuidado, el negocio se les convierte en una casa de citas cutre y descabellada. Entras al local y aquello parece un museo de caricaturas de Al Capone y la Maritornes.

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