Elogio del malgobierno
El ministro Moratinos insiste en su peculiar visión de la política exterior progresista. No le conmueve la noticia de que Al Qaeda en Marruecos proclame su objetivo de lograr la yihad mediante la reconquista de Al-Andalus; nada en su Casa Árabe se ocupa del islamismo terrorista, que para sus responsables no existe. Y sobre todo acaba de descubrir con su viaje a Cuba el remedio mágico para que la dictadura castrista se abra: marginar a los demócratas de la isla y convertirse en adalid de un trato preferente al Gobierno del siniestro Raúl.
La "posición común", mediante la cual la Unión Europea presiona por la democracia debe ser cancelada. Moratinos intenta convencernos de que cuanto más se apoye al régimen represivo, generador de la miseria con su socialismo de cartón piedra, mejor para el "pueblo cubano". Actitud que recuerda el título de un conocido libro de Borges. Según el ministro, el hambre de los cubanos se soluciona con limosnas, no con pluralismo democrático. Gran progre.
Según Moratinos, el hambre de los cubanos se arregla con limosnas, no con pluralismo
Entretanto, Zapatero consigue ver aprobados los Presupuestos, a costa de confirmar al PNV en la hegemonía en Euskadi, avalándole para que proporcione una preciosa ayuda a ETA, al manifestarse en defensa del enésimo intento de formar un partido-satélite de la banda y contra la Ley de Partidos.
En tales circunstancias, corresponde al PP el mérito de seguir proporcionando argumentos para que muchos españoles den el voto a Zapatero en el futuro. Con el simple objeto de evitar que el actual grupo dirigente del PP proyecte sobre el Gobierno del país el caos que está sembrando desde la oposición. Más allá de que sus principales opciones sean o no razonables, nada justifica que las planteen siempre con un propósito de desestabilización. Así ha sucedido en el tema de la reforma de la Ley del Aborto, que sus bases han convertido en una cruzada apocalíptica, no contra la reforma, sino contra una ley que el PP respetó mientras estuvo en el Gobierno. Así que dando una lección de liderazgo, Rajoy permanece primero al margen, luego la asume de cara al futuro, y declara finalmente que llegado al poder no respetaría la nueva ley. ¿Por qué? No sabe, no contesta. Ni un argumento que tome en consideración los problemas de la reforma o sus eventuales ventajas sobre la precedente. Ignorancia deliberada de cómo se enfoca el problema y cuáles son las ventajas e inconvenientes de las distintas legislaciones vigentes en Europa. Maniqueísmo puro y duro. Reacción.
Como ante el acoso judicial sufrido por el juez Garzón. Hubo decisiones suyas discutibles, pero es difícil ignorar que su papel en la lucha contra ETA ha resultado decisivo y que el intento de ajustar las cuentas de una vez con la dictadura de Franco es algo que concierne a todos los demócratas, entre los cuales debieran encontrarse los "populares", aun añadiendo las matizaciones que estimasen oportunas. Entre ellas hubiera sido útil la de recordar que no hay asesinados de izquierda o de derecha, republicanos o "nacionales", sino asesinados. Después de ver la espléndida Katyn, de Wajda, pienso en Paracuellos, pero esta tragedia made in Stalin no puede, a pesar todo, ser puesta al mismo nivel que el designio genocida que acompañó al 18 de julio. Permitir que los medios conservadores celebren un próximo fin del "juez estrella" por el enjuiciamiento del franquismo, les lleva en el túnel del tiempo a asociarse a los sublevados. Y esto ni siquiera es rentable electoralmente.
El caso Gürtel ha provocado un recital de torpezas. Nadie estaba mejor situado que Rajoy para ahondar en el problema sobre datos internos. Primera sospecha: si estaba al tanto, es cómplice; si no se enteró, signo de incapacidad. Lanzó la calumnia de la "conspiración", y sólo cuando los datos se hicieron abrumadores, cayó una cabeza. ¿Consecuencia? El partido queda a la merced de nuevas caídas. No fue seguido el ejemplo de Aznar al zanjar el caso Cañellas. Ante una metástasis de corrupción: amputación. En definitiva, si el Partido Popular da semejante prueba de inepcia para resolver un problema propio, ¿cómo puede razonablemente aspirar al Gobierno de España?
Queda otro caos, el que en beneficio de los constructores está provocando en Madrid la gran esperanza blanca, Ruiz-Gallardón, con su despilfarro ante la absurda aspiración a los Juegos Olímpicos con repetición de continente y sus inútiles losas de lujo. Todo vale para auparse sobre sí mismo. Incluso al parecer destrozar el armonioso reparto de estatuas reales, desterrando la de Felipe III de la Plaza Mayor. Recursos y protestas masivos debieran ser de rigor.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.