Tres cuarentones adolescentes
Alberto Rodríguez, autor de 'Siete vírgenes', estrena en el Festival de Roma 'After', una descarnada historia generacional de drogas, resaca y soledad
Sentado ante un café en la terraza del Harry's Bar de la vía Veneto (a 10 euros la taza), Alberto Rodríguez piensa un momento y dice: "La película es una soleá, un martinete, quizá una toná". Rodríguez nació en Camas, Sevilla, en 1971, y vivió una infancia bastante flamenca ("mi padre era peñero y muy amigo de los Peña, la familia de El Lebrijano"). Por eso, cuando se le pregunta de dónde surge la poética hondura de After, su quinto largometraje, el autor de Siete vírgenes se siente agradecido. "La noche, una juerga, una resaca. Todos están borrachos y nadie dice la verdad. Las juergas familiares de los flamencos, cuando son de verdad, son brutales. Curan hasta los duelos. Aquí hemos salido todos muy tocados, hechos polvo. El pobre Willy Toledo, que hacía su primer papel dramático, no ha vuelto a rodar nada desde entonces".
"Hemos salido todos hechos polvo. Willy Toledo no ha vuelto a rodar"
El trío protagonista de After lo forman Toledo ("es mi mejor papel, el que todo actor quiere hacer", ha dicho estos días), un contenido Tristán Ulloa, y la modelo y actriz televisiva Blanca Romero, que impresiona en la pantalla grande. Los tres amigos, cuarentones o casi, se encuentran una noche para cenar, charlan del paraíso perdido y se van de marcha por una ciudad fantasma (una Sevilla irreconocible, vacía y oscura) para ponerse hasta las trancas de beber alcohol y de esnifar M (cristal, éxtasis), tirarse los tejos sin parar (y sin rematar), y conseguir no contarse uno sólo de sus problemas.
"Todos huyen de sí mismos", cuenta el director. "La película parte de la idea de que la madurez es una impostura, un invento de los adultos para engañar a los niños. Los tres llevan encima esa coraza de la madurez y por debajo siguen siendo adolescentes. Pero al final sus fantasmas les atrapan".
After, que se ha estrenado en el concurso oficial del Festival de Cine de Roma y que el jueves se podrá ver ya en España, es un título de triple sentido. Transcurre en varios afterhours y dura hasta que amanece; relata la noche de autos a través de los recuerdos de cada uno de los amigos, y todos ellos posponen sus decisiones: la consigna es después. Rodríguez va solapando las tres versiones, que coinciden sólo en parte. "Como siempre pasa con las noches de excesos, nadie sabe qué pasó de verdad", apunta.
Queda la soledad, el sexo (sucio y culpable) y la incapacidad de comunicarse ("otra forma de adolescencia: comparten la droga, pero no el corazón"), eminentemente escritas por un guionista, Rafael Cobo, que hace hablar a sus personajes lo justo, y con una naturalidad poco habitual. "Los diálogos salen fácil, Cobo es una fiera en eso. Intentamos ser muy directos y no hacer a los personajes decir lo que se está viendo. El secreto ha sido tener cuidado de no ponernos pretenciosos. En el cine es frecuente que los guionistas emborrachen a los actores para que digan las verdades. Aquí no hay catarsis ninguna".
La recepción de la película en Roma ha sido curiosa. Algunos periodistas han preguntado al equipo si en todas las películas de la católica España tiene que haber sexo, alcohol y drogas. "He pasado miedo en el pase oficial pensando en el Vaticano", bromea Rodríguez. "Pero menos mal que ya no somos la católica España. En mi colegio todavía izaban la bandera nacional y se rezaba. Sobre los excesos, la película necesitaba la noche para explicar bien a los personajes. Y además en España la vida nocturna es así. ¿Quién no ha hecho colas en los baños de los bares y ha visto salir a tres tipos juntos?".
Rodríguez narra de forma fragmentaria y despiadada, estorbando lo menos posible. Tres vidas corrientes, del montón. Lo inquietante es que ese trío magullado se parece mucho a una generación, quizá incluso la representa. "Pensaba que no era universal. Y ahora voy pensando lo contrario. La gente de estas edades andamos en una especie de limbo, es una habitación vacía de la que se han llevado todo. Nuestros padres lucharon por una ilusión, y ahora sabemos que esa ilusión era otra cosa".
Babelia
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