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Columna
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¡A mí Plim!

Los arúspices romanos examinaban las entrañas de las aves para realizar sus vaticinios. Los augures de hoy, togados de negro judicial, llevan unos meses muy atareados con la autopsia de la gaviota del PP, sus entrañas apestan y presentan una tonalidad muy sospechosa. El pájaro está muerto y correoso; algo (mucho) huele a podrido en los miles de folios que acumula el proceso, el virus Gürtel se expandió con gran virulencia en el aparato del primer partido de la oposición, pero sus dirigentes perdieron de golpe el olfato, miraron para otro lado, y se aprestaron para salir de rositas, sin romperse ni mancharse, haciendo creer a su desnortada clientela que la gaviota popular es una versión actualizada del Ave Fénix que resucitará y volverá a volar alto en cuanto los cuervos de la judicatura dejen de picotear sus menudillos.

El virus Gürtel se expandió en el PP, pero los dirigentes se aprestaron a salir de rositas

La podredumbre se instaló hace mucho tiempo en los corrales del PP madrileño, la gripe aviar se cebó con muchos pájaros de cuenta que aleteaban alrededor de la presidenta madrileña. Esperanza Aguirre miraba con preocupación a la luna de Valencia y a las ciénagas de Génova sin quitarle la vista de encima a su rival predilecto, el ex olímpico edil de Madrid. Demasiados frentes para la aguerrida lideresa que ha utilizado la amenazante espada de Damocles que se cernía sobre ella para segar de un tajo las cabezas de tres diputados corruptos crecidos bajo sus alas. Después de haber utilizado las mismas maniobras dilatorias que sus compañeros de partido, Esperanza Aguirre ha abjurado de sus prácticas, quemada de tanto poner la mano en el fuego para rescatar a sus pajarracos, la presidenta se ha desmarcado de las tácticas negacionistas de los suyos y después de nueve meses de dura gestación ha expulsado del partido a tres diputados, imputados y reputados mentirosos. López Viejo, Alfonso Bosch y Benjamín Martín Vasco se aferran con uñas y dientes, picos y garras, a sus actas para no ser desaforados y entregados al brazo secular del juez Garzón. "Tienen un miedo escénico irracional al juez Garzón por su fama", comentaba en este diario un diputado popular que prefería quedar en el anonimato. La negra sombra de Baltasar planea en sus peores pesadillas como un insobornable cazador de vampiros.

Autodefinida como un verso suelto dentro del PP, Esperanza Aguirre vuela libre de nuevo, se ha quitado lastre de las alas y se ha llevado a su nido las plusvalías de la operación. Más vale tarde que nunca que barcos sin honra. Con su tardía pero tajante resolución, la presidenta ha desairado, una vez más a las baronesas y barones de Génova, pero su desacato no tendrá castigo sino premio mediático y político. El verso suelto podría descolgarse definitivamente del aria del PP si a alguien se le ocurriera llamarla al orden para que no desafine en el coro. Aguirristas hay (tiene que haber gente pa tó) que especulan sobre una escisión, sobre el nacimiento de un nuevo partido, liberal por supuesto, en la Comunidad de Madrid. El PLIM, Partido Liberal Independiente de Madrid sería una alternativa a la medida de Esperanza que podría llevar a cabo, de triunfar en unas elecciones, su programa de privatización de todo lo privatizable, de forma limpia y transparente, sin medias tintas ni medias palabras. "A mí Plim" podría ser el contundente lema electoral de la formación. Para el puesto de portavoz las preferencias están divididas entre Federico Jiménez Losantos y Fernando Sánchez Dragó, asesores áulicos, privados de la privatizadora. En el estandarte partidario la maltrecha gaviota sería sustituida por una flamante libélula como la que Esperanza Aguirre ha lucido en la pechera en algunas de sus últimas comparecencias públicas. Libélula de reluciente bisutería, libélula liberal de vuelo errático y vistoso, dotada de cuatro alas membranosas, consumidora voraz de toda clase de insectos más pequeños que ella, libélula, helicóptero de la naturaleza que patrulla los ríos en los que cría sus larvas y captura a sus presas indefensas. La libélula no es criatura heráldica, ni se acepta como animal de compañía, pero deslumbra con sus vivos colores y destaca por su movilidad, es veloz, elegante e implacable, resulta difícil seguir su trayectoria en el aire, la libélula no para quieta, no se fatiga, está y no está, es hiperactiva y laboriosa como la presidenta madrileña y le gusta mirarse en los claros espejos de las aguas que le devuelven su espigada imagen.

Libélula emblemática y acuática, zascandil de los aires a la que muchos de sus enemigos mandarían a tomar vientos si no fuese por miedo a que en su ventolera arrastrase consigo los votos de muchos madrileños hipnotizados, cautivos de sus vuelos y sus revuelos.

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