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AL CIERRE
Columna
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Bajo la manta

Se oyen épicos lamentos: ¡se acaban los periódicos! Es la última moda, lanzada, precisamente, por quienes desean cargarse los periódicos y con ellos el reinado de la realidad. Esta gente, antes que la información (mejor o peor), prefiere la fantasía, el espectáculo, lo esotérico, el suspense, los profetas, los culebrones y, desde luego, cualquier cosa que dé dinero. Pues bien, todo indica, entre nosotros, que llegan buenos tiempos para los periódicos: cuando la información (buena, mala o mediocre: se hace lo que se puede) de la realidad real coincide con el culebrón -caso Gürtel, caso Millet, por ejemplo- y todo ello se envuelve en el suspense que ofrece la perspectiva judicial de tirar de la manta (con solvencia), no hay quien resista el atractivo de un periódico.

Si hay periodistas capaces de tragarse los 50.000 folios de un sumario y sacar conclusiones, ni la velocidad de Internet, ni la astuta propaganda del matón de diarios podrán con ellos. Si hay jueces que distinguen una película de un delito real y periodistas que lo expliquen con corrección, modestia y sin confundir, por ejemplo, una leona con un perro, un Millet con un pastoret o un Correa con un dandy global, llega un tiempo esplendoroso para los buenos periódicos.

El truco está en enterarnos de lo que hay debajo de la manta. Parece que esta vez es tan interesante como los protagonistas, de corte berlanguiano: El Bigotes, Correa o El Albondiguilla (en el Gürtel, hay muchos más) o un turbio autoproclamado patricio catalán (en el caso Millet el nacionalismo tiene un gran papel). Y el truco está también en distinguir la realidad de las estrategias de defensa de los presuntos implicados: cuatro degenerados han montado una mafia y nos han hecho una jugada indigna. Rajoy ya se siente víctima. Y las instituciones subvencionadoras (con nuestro dinero) del Palau de la Música se blindan: aquí no sabíamos nada, somos cojonudos y hacemos todo lo que hay que hacer para que se sepa la verdad (menos decir quién y por qué dio estas subvenciones a un señor que, con la manta puesta, ha dicho que dio comisiones por las subvenciones). ¡Ay, esa manta! La credibilidad de la democracia depende de ella.

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