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Reportaje:La ley de dependencia en la región

Con el hospital instalado en casa

Una mujer con alzhéimer espera desde hace 13 meses para ser evaluada

Carmen Morán Breña

El salón de María Cabezas es como la habitación de un hospital. Una mesa con pañales, otra con botes de aseo y medicinas, y en medio, la cama articulada que ha comprado la familia sin ayuda de ninguna clase. María está merendando sentada en una silla, bajo la atención constante de la interna que la cuida. Allí está también su hija, Carmen, que prueba otra vez la memoria de la anciana:

-Mami, ¿quién soy yo? ¿Cómo me llamo yo?

-María Cabezas. María Cabezas.

-No, ésa eres tú. ¿Cómo se llama tu hija pequeña? Car...

-...men. Sonríe en una mueca y se lleva la taza a los labios con un gesto tardo.

El alzhéimer está invadiendo a esta sevillana de 78 años, que fue modista y vio morir a su marido de forma prematura. Un infarto lo fulminó un día cualquiera, mientras se afeitaba frente al espejo. A ese golpe achacan los hijos la precaria salud de una mujer que aún no es octogenaria. "La lista de las enfermedades que tiene es larga, pero el año pasado, en agosto, además, se rompió una pierna en una caída" y, desde aquello, el salón es un hospital. Para entonces, exactamente el 19 de junio de 2008, la familia ya había solicitado a la Comunidad de Madrid una ayuda de las que prevé la Ley de Dependencia. Trece meses después, aún no ha sido ni siquiera evaluada, nadie ha ido a su casa, en Alcorcón, para examinarla y determinar la ayuda que precisa. Y no hace falta ser terapeuta para ver que esta señora presenta gran dependencia.

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A los hijos les gustaría que estuviera en una residencia geriátrica, recibiendo los cuidados médicos adecuados y una vigilancia permanente. "Lleva un marcapasos, dos válvulas... El año pasado, cuando estuvo en el hospital, hizo ejercicios de rehabilitación y dio algunos pasos", relata Carmen. "Llamé a todos mis hermanos: '¡He visto a mamá caminar, ha caminado!'. Mira, se me ponen los pelos de punta cuando me acuerdo", dice su hija, y se le humedecen los ojos.

Aquello duró menos que un espejismo. Hoy, la mujer se quiere levantar de la silla. Uno de sus hijos la rodea con cuidado -tiene alguna escara en la piel- y la aúpa. Se queda quieta, no da un paso, aunque, a requerimientos del hijo, la pierna izquierda ensaya un movimiento nervioso que se queda en nada. Antes de medio minuto vuelve a sentarse.

"Cuando está tranquila se la lleva bien, pero es a días; hay veces que entre Toñi y yo no somos capaces de vestirla, te pellizca, te tira del pelo. A veces no quiere tomar las pastillas y no hay forma de convencerla".

Cada tanto toca ir al neurólogo o una infección la lleva al hospital. El resto del tiempo sigue la rutina de cada día, con mejor o peor humor. "Estamos todos con las cervicales un poco tocadas, hay que hacer mucho esfuerzo para moverla", dice Carmen.

Y eso que entre la fisioterapeuta que la atendía y los amigos o conocidos han ido haciéndose con un buen puñado de consejos para atender a la madre.

A la espera de que la Comunidad inicie el trámite de las ayudas a la Dependencia, la salud y la memoria de María van deteriorándose. Desde aquellos días, hace ya años, en que su cerebro empezó a apagarse y la mujer se dedicaba a esconder las tabletas de chocolate.

Carmen cuida de su madre, enferma de alzhéimer.
Carmen cuida de su madre, enferma de alzhéimer.SAMUEL SÁNCHEZ

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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