"Cuando te muestras así de desnudo, temes las tortas"

Le invitaron a desnudarse, de forma metafórica, y Josep Maria Pou (Mollet del Vallès, 1944) no se ha cortado un pelo. Menos salir literalmente en pelotas -cierra la puerta del baño mientras niega el paso a la cámara-, el actor, uno de los grandes del teatro europeo, confiesa en Máscaras su inmenso amor a su oficio, describe su vida, centrada en su pasión, desgrana su admiración por los actores ingleses y por Shakespeare -"ya trazó las grandes pasiones y los grandes conflictos"- y, mientras prepara la obra Su seguro servidor, vemos cómo memoriza el texto recitándolo en voz alta por las calles de su barrio. "Soy un inconsciente y acepté muy rápido la propuesta de los directores".
"Hago menos cine del que me proponen, pero más del que me propuse"
Pou charla con esa voz vigorosa marca de la casa, que modula hacia la modestia y acelera hacia la pasión. "Estoy orgulloso del producto, en el que no he tenido la sensación de haber trabajado. Y temeroso. Soy yo, me reconozco, y la vi medio tapándome con la mano... Es un enorme ejercicio de impudicia. Cuando uno decide mostrarse así de desnudo, tiene un miedo enorme a que le peguen tortas. Habrá quien diga qué hace el Pou soltando esas tonterías, quién se cree que es". E inmediatamente defiende la otra cara: "Otros verán su interés, que está bien que un actor deje entrever su técnica y ayude a otros".
Pou no tiene tan clara su exposición mediática. "Pareceré pedante, pero, a pesar de mis 40 años de profesión, no soy consciente de la proyección de mi trabajo. Aún me sorprende que la gente me siga. Sé que algo de tirón tengo, porque los teatros se llenan y los empresarios me contratan". ¿Y la gran pantalla? "Hago menos cine del que me proponen, pero más del que me propuse. No me llegan grandes personajes como los que hago en teatro".
En la defensa de su trabajo -en su casa se amontonan libros sobre interpretación y biografías de actores ingleses-, Josep Maria Pou pide el mismo respeto para el público: "No quiero que un espectáculo mío suponga que el espectador ha perdido el tiempo. Reivindico el oficio de actor como una cosa casi excelsa, y por eso he hecho Máscaras; el público conocerá mejor mi labor en un tiempo en que la interpretación es más popular por otras cosas ajenas a ella. Cuando yo empecé, nunca pensé en ser famoso o rico. Es culpa de la sociedad actual. Si Máscaras ayuda a que la gente sepa que detrás de la alfombra roja hay sangre, sudor y miedo, estupendo".
En la pantalla Pou discute. Puntualiza. Y no calla. "Todo lo controlo con mi nivel de exigencia, por el bien de la obra. Soy excesivamente perfeccionista. Si no, sufro por todo y me desoriento. En el filme, veo a un señor que habla con mucha seguridad, y no me reconozco. No era consciente de que emitía tal autoridad".
Y aún queda lo mejor del filme, sus paseos matutinos entre murmullos: "La gente del barrio ya lo sabe, pero alguna vez alguien ha llamado a la radio avisando de que me había vuelto loco". Un loco apasionado.

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