Merkel frena a los liberales con reformas graduales
La canciller promete que no habrá recortes sociales y que rebajará los impuestos "si las circunstancias lo permiten"
La canciller alemana, Angela Merkel, se puso ayer el 9 de noviembre como fecha límite para la formación de un nuevo Gobierno en Alemania. Tras la victoria electoral, el pasado domingo, de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Merkel y el Partido Liberal (FDP) que dirige Guido Westerwelle, ambos se reunieron en la sede de la Cancillería para encauzar las negociaciones. Los liberales sustituirán al Partido Socialdemócrata (SPD) como socios de coalición de Merkel. Westerwelle asumió en una rueda de prensa un tono moderado y abierto a la negociación, mientras que algunos de sus segundos se pronunciaban ayer en los medios abogando por la aplicación inmediata de las amplias reformas fiscales y sociales que propugnó el FDP en campaña.
El equilibrio de fuerzas con la CSU y el FDP va a resultar complicado
Merkel, cuyo partido obtuvo la victoria con unos resultados bastante ajustados, insistió sin embargo en que mantendrá el rumbo emprendido en los últimos cuatro respecto a la Seguridad Social y los salarios. Aseguró la canciller que no habrá recortes sociales. Ahora les toca ponerse de acuerdo sobre las fechas y el alcance de la bajada de impuestos, prometida por ambos partidos.
El dirigente liberal Westerwelle reconoció ayer, en su primera rueda de prensa tras haber obtenido los mejores resultados electorales en la historia del FDP, que las negociaciones con la CDU de Merkel podrían alargarse durante las próximas semanas.
Merkel ha reafirmado sus intenciones de mantener el perfil social de los democristianos en el nuevo Gobierno. Los barones de la CDU, como el primer ministro de Renania del Norte-Westfalia, Jürgen Rüttgers, y su homólogo bávaro, el socialcristiano Horst Seehofer, amenazan con obstaculizar algunas de las reformas del futuro Gabinete. Dentro de la hermandad entre la CDU y la bávara Unión Socialcristiana (CSU) ya han surgido diferencias durante la campaña. La CSU, muy debilitada tras las elecciones del domingo, tratará de sacar pecho ante su electorado, incluso a costa de Merkel.
El equilibrio de fuerzas entre la CDU y la CSU, de un lado, y con los boyantes liberales, de otro, puede darle a la canciller serios quebraderos de cabeza durante la legislatura. Merkel corre el riesgo de enfrentarse durante los próximos cuatro años a alianzas puntuales entre los dos partidos aliados que pueden erosionar su liderazgo. Por ejemplo, en lo que se refriere a la política fiscal. La CSU y el FDP abogan por recortes rápidos, como muy tarde en 2011, mientras que Merkel ha sido mucho más vaga en su promesa de bajar los impuestos "en 2011 o 2012 si las circunstancias lo permiten".
Queda la cuestión nada baladí del reparto de ministerios entre las tres formaciones. El FDP, con mayor peso parlamentario que la CSU, obtendrá probablemente más carteras. Si el socialcristiano Karl-Theodor zu Guttenberg sigue en Economía, el FDP tratará de hacerse con la cartera de Hacienda, que tiene amplias competencias en materia fiscal. El perfil liberal de Guttenberg podría conducir a Merkel a reservar Hacienda a la CDU. También Sanidad causará problemas, debido a las posiciones contrapuestas del FDP y la CDU respecto al sistema de Seguridad Social.
Una periodista emplazó a Westerwelle ayer en Berlín a repetir la frase electoral que ha sido el sonsonete del FDP durante la campaña: "No firmaremos un contrato de coalición que no contemple la simplificación y el abaratamiento de los impuestos". Pero el triunfador de las elecciones salió por la tangente. Otro periodista le recordó su discurso de la semana pasada en Potsdam, cuando habló de los "crímenes de honor" entre inmigrantes musulmanes. "No voy a repetir algo que ya expliqué en un discurso", respondió Westerwelle en un tono mucho más diplomático.
El líder liberal también tendrá que ejercitar su inglés, idioma que ayer se negó a utilizar para responder a un periodista extranjero. Exigió un intérprete. "Aquí estamos en Alemania", advirtió.
Donde no hubo ninguna broma fue en la berlinesa Willy Brandt Haus, sede federal del SPD. El presidente del partido, Franz Müntefering, salió serio y tranquilo ante los periodistas, en una exhibición de entereza tras la debacle socialdemócrata del domingo. Müntefering hizo autocrítica en nombre del partido y sugirió que dejará su cargo. El candidato Frank-Walter Steinmeier, que encajó el peor resultado electoral del SPD desde la II Guerra Mundial, no presentó sus planes de liderar el grupo parlamentario socialdemócrata en la oposición.
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