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Columna
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Completar Europa

Azul de origen, verde con el tiempo y rojo según la ocasión, un Barroso tan astuto como camaleónico ha logrado repetir en la presidencia de la Comisión Europea, y con una mayoría a prueba de tratados. La frase "mi partido es Europa" resume perfectamente la filosofía atrapalotodo que le ha llevado a la victoria. Dándole la vuelta a la famosa frase de Neil Armstrong al llegar a la Luna, se trata de un gran paso para Barroso. Ahora bien, ¿cómo asegurarse de que no sea un pequeño paso para Europa?

De una forma tan sencilla como dramática: los próximos cinco años podrían ser recordados como la última oportunidad que tuvo Europa de ser relevante en el mundo. La crisis económica ha mostrado que, tanto hacia fuera como hacia dentro, Europa está sin completar. Claro que Europa es un orden de libertad abierto, así que será siempre un proyecto inacabado, y es bueno que así sea. Pero ello no obsta para que, mirando a esta Europa, la Europa presente, detectemos grietas, jirones, proyectos que han quedado en el aire y riesgos importantes, también oportunidades.

Hay que poner fin a nuestras divisiones internas y restaurar el liderazgo europeo

Hay tareas, como medirse con China, Rusia o ser un verdadero actor global, que exceden nuestra capacidad actual, pero también es cierto que hay desafíos que están enteramente al alcance de nuestra mano. Dicho de otra forma, si la Unión Europea ni siquiera puede encargarse de Europa, donde sus capacidades políticas y económicas son más que suficientes para ejercer un liderazgo decisivo, ¿con qué credenciales va a presentarse a la hora de reclamar una posición de liderazgo global?

Cuando se celebran 20 años de la caída del muro, sabemos ya que el siglo XXI será multipolar; lo que no sabemos es si habrá un polo europeo. Como pone de manifiesto la reunión del G-20 que se celebra esta semana en Pittsburgh, en las instituciones globales hay muchos europeos, pero poca Europa. ¿Hasta cuándo?

"Completar Europa" no significa buscar nuevos tratados, ni avanzar hacia una unión federal, significa tomarnos en serio nuestros propios principios y compromisos (incluidos los de ampliación), buscar la manera de poner fin a nuestras divisiones internas y restaurar nuestro liderazgo, al menos en la esfera europea. Se trataría de actuar en tres planos.

Primero, en la UE hay todavía miembros de primera y segunda clase, lo que genera divisiones internas y es una fuente de debilidad externa. Por tanto, es imperativo diseñar una estrategia para asegurar la estabilidad y prosperidad de los nuevos miembros y lograr la convergencia real entre nuevos y viejos. Esto incluiría acortar en la medida de lo posible los periodos de transición remanentes, ver la manera de extender la unión monetaria y sus beneficios a los nuevos miembros, así como aprovechar la próxima revisión del presupuesto comunitario para maximizar el impacto de las políticas estructurales.

Segundo, la Europa inacabada es también más que manifiesta en los Balcanes Occidentales, donde la Unión Europea, a pesar de haberse comprometido con la adhesión, da constantemente largas, lo que lleva a un círculo vicioso muy difícil de romper: la ausencia de una perspectiva europea creíble hace que los países candidatos flaqueen en las reformas y, a la vez, el lento ritmo de las reformas hace que la UE se muestre cada vez menos proclive a proceder a la ampliación. El plan original, consistente en admitir a Croacia, confiar en que Turquía tire la toalla y luego subir el puente levadizo, puede volverse contra la UE y afectar muy negativamente a su imagen, especialmente si Islandia termina accediendo a la UE saltándose la cola. Por tanto, no se trataría tanto de acelerar artificialmente las adhesiones, ya que muchos países no están preparados, como de dejar de desear secretamente que todo vaya muy lento en la región para así no tener que cumplir las promesas de adhesión, sino de dejar a un lado la aproximación burocrática, apoyar a fondo las reformas en estos países y restaurar la credibilidad de Europa tomándose en serio la perspectiva de adhesión.

Tercero, en la vecindad europea que se extiende desde Bielorrusia hasta el Cáucaso (omito el Mediterráneo a propósito), pese a los innumerables problemas, el modelo que representa la Unión Europea tiene todavía un enorme atractivo, aunque muchos ciudadanos duden de que nuestros niveles de bienestar, libertad y seguridad estén realmente a su alcance. En la práctica, no se trataría de traerlos a Europa, sino de asegurarnos de una forma realmente efectiva de que Europa llegue allí e impregne de verdad sus aspiraciones. Pero esa visión realmente estratégica de que invertir allí es hacerlo en nuestra seguridad y prosperidad (también en la reafirmación de nuestros valores democráticos) no está ni mucho menos extendida en la UE ni permea nuestras políticas hacia ellos con suficiente intensidad.

Presidente Barroso, si su partido es Europa, ¡complétela!

jitorreblanca@ecfr.eu

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